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Mi perro se muerde la cola

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Extracto de la tesina: “Comportamiento estereotipado: Neurosis del rabo en caninos”, presentada por María Florencia Borgato, para el Grado de Veterinaria en la UNCPBA (Universidad de Buenos Aires).

Las conductas compulsivas son comportamientos anormales caracterizados por acciones repetitivas y persistentes, sin ningún propósito aparente, que interfieren con el comportamiento normal del animal. Éstos derivan de pautas de conducta habituales, pero excesivos en duración, frecuencia e intensidad. El animal desarrolla el mismo comportamiento una y otra vez sin que éste vaya encaminado a conseguir algún fin concreto. Las más frecuentes en los perros son la persecución y mutilación de la cola, el andar en círculos, la dermatitis acral por lamido, los ladridos constantes, y la persecución de sombras, moscas, etc.

La persecución del rabo es el comportamiento en el que un animal gira sobre sí mismo para tratar de atrapar su propia cola. Afecta a animales de cualquier edad, sexo o raza, teniendo mayor prevalencia en el Bull terrier inglés, Staffordshire Bull terrier, Pastor alemán y Boyero australiano. La edad de inicio coincide con la madurez social (18-24 meses).

Las causas de estas conductas pueden ser de distinto tipo. El hecho de que se observe más en una raza que en otras permite especular sobre un componente heredable pero se puede presentar en cualquier raza o en perros mestizos.

También pueden ser por alteraciones neuroquímicas: la secreción anormal de algunos neurotransmisores cerebrales puede predisponer al animal a desarrollar estas conductas. Los aumentos de dopamina se relacionan con estados compulsivos, mientras que la disminución en los niveles de serotonina se asocia con trastornos de ansiedad. Asimismo, los animales al realizar conductas de automutilación favorecen la producción y liberación de opioides endógenos, los cuales poseen efectos analgésicos, placenteros y autorremunerativos.

Las lesiones físicas también pueden provocar estas conductas debido al dolor que producen.
Entre las causas no orgánicas de estas conductas extremas están las experiencias inapropiadas en la vida temprana: destete precoz, falta de habituación, poca manipulación por personas, experiencias aversivas y falta de socialización homo y heteroespecífica. También una hipoestimulación ambiental: ambientes pequeños y monótonos, estimulación sensorial mínima y aislamiento social. O conductas para llamar la atención que, a menudo, son reforzadas para conseguir la atención del dueño.

Otras causas son la frustración y conflicto. La primera hace referencia a la imposibilidad de un animal para efectuar una conducta hacia la que está motivado a causa de factores externos al organismo, mientras que el conflicto ocurre con la presentación simultánea de dos motivaciones opuestas con fuerza similar. No hay que olvidar que el diestrés, la falta de predictibilidad y control del medio (ej. situaciones nuevas o impredecibles), actúa como factores estresantes si el animal no se puede adaptar y expresar respuestas específicas (conductas) para alcanzar el equilibrio.

Por último, la que puede ser ocasionada por el disturbio ambiental, el manejo inadecuado del animal (ej. hacinamiento, mala relación con los dueños, castigo físico, persecuciones intensas, aversiones a personas o animales) o los cambios en el medio social (ej. separación del propietario, nuevo miembro en la familia y competencia).

Algunos animales llegan a atrapar su cola y se lastiman, mientras que otros sólo siguen la secuencia. Generalmente, los pacientes llegan a la consulta con lesiones cutáneas graves cuando la conducta ya no puede ser interrumpida.

Es común que los propietarios hayan tratado de hacer algo al respecto, y principalmente procuren llamar la atención de su mascota cuando ven que se está lastimando. Sin embargo, al brindarle atención de forma positiva o negativa (hablándole o castigándolo), el dueño puede estar reforzando la conducta inadvertidamente.

El tratamiento de perseguirse la cola incluye modificaciones del comportamiento y el uso de drogas, así como también cambios en el entorno y en la rutina diaria del animal, haciendo predecibles sus actividades. Los propietarios deben evitar los refuerzos no intencionales de las conductas no deseadas. Intervenciones negativas o castigos pueden disminuir la frecuencia de las mismas solamente si el comportamiento es quebrado en forma constante. Debido a que el castigo puede incrementar el miedo y la ansiedad, lo cual suele ser bastante común en animales con desórdenes compulsivos, este abordaje no es recomendable.

En otros casos, las correcciones positivas (ej. reprender, regañar, sacarlo lejos y pegarle) pueden ser percibidas como atención en respuesta a la conducta, correspondiendo con el criterio de refuerzo. En cambio, los dueños deberían reforzar las conductas deseadas y aplicar el llamado castigo negativo, ignorando la conducta no deseada de forma constante y activa (ej. darse vuelta, alejarse del perro cada vez que el mismo muestra ese comportamiento).

La mejora de las condiciones subóptimas del hogar y un programa de ejercicio con juegos interactivos, así como tareas de aprendizaje que enriquezcan el entorno del animal pueden arrojar mayores resultados.

Otra técnica a implementar es el llamado contracondicionamiento, que consiste en condicionar al animal a modificar su respuesta emocional hacia un estímulo determinado mediante la realización de una conducta nueva, simultánea (agradable), que sea fisiológica y motivacionalmente incompatible con la que se desea eliminar, por ejemplo, traer un juguete o hacer un truco, y ordenarle que la realice cuando empiece a perseguirse la cola.

La meta es sincronizar el estímulo o evento que produce miedo con una fuerte respuesta emocional opuesta, que mantiene una actitud positiva.

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