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¿Cuándo puede un bebé jugar con un perro?

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La llegada de un bebé a casa dónde hay perro crea muchos interrogantes en la familia. ¿Podrán estar juntos? ¿Será un peligro para el niño? ¿Cuándo pueden interactuar? ¿Y si mi hijo tiene algún problema de salud? ¿Cómo puedo asegurarme de que mi perro sabrá estar a la altura? Muchos padres se plantean trasladar al can a otra vivienda o, incluso, abandonarlo. Los expertos coinciden: perro y bebé pueden convivir, pero con ciertas normas que todos deben cumplir.

Por Emer IGLESIAS

Casi todos los estudios realizados demuestran que la tenencia responsable de perro en casa ayuda al desarrollo infantil en diferentes ámbitos.
Pero para llegar a estos beneficios debe haber una convivencia entre ambos, con unas mínimas normas para evitar correr riesgos.
Lo primero y fundamental es que el perro, o los perros, que hay en casa sean tolerantes hacia los niños. La primera preparación tiene que ir dirigida al animal y, después de forma paulatina, al niño según este va creciendo.
Los perros especialmente pueden tener mucha ansiedad en tocar, lamer y acariciar al bebé. Hay que ser firme, pero no castigarlos o regañarles cuando sientan curiosidad por su nuevo “hermano”. Se deben usar los gestos y la posición del cuerpo para indicarles cuando puede acercarse. El padre debe ser quien decida cuando termina el acercamiento igualmente.
La experta en comportamiento animal, Nikole Gipps, señala a este respecto que lo primero es testar cómo es el comportamiento general del can. “Si al perro le encantan los niños y está bien entrenado para portarse adecuadamente en su presencia, se puede permitir que el bebé interactúe con él a una edad temprana. Realmente depende de la tolerancia que tenga el perro con los niños. Según esta profesional, “muchos bebés se interesan en acariciar perros a la temprana edad de 6 meses. No pasa nada, mientras que a tu perro le guste ese tipo de atención y mientras estés pendiente de tu bebé en todo momento”.
El principal consejo de los expertos es que nunca se deje “solo al niño con un perro, aunque se trate de la mascota familiar de toda la vida y por muy bien entrenado que esté. Nunca sabes lo que puede hacer reaccionar mal a un perro. Los perros de más edad a menudo son menos tolerantes con los niños y los cachorros pueden ser imprevisibles”, matiza Gipps.
A partir de los tres meses los bebés comienzan a mostrar alegría a través de risas, sonrisas o carcajadas como respuesta a estímulos muy dinámicos y táctiles. Ante la presencia de un perro que le dé un lametón pueden sonreír, pero no lo harán abiertamente hasta los seis meses, cuando sueltan carcajadas abiertamente en interacciones sociales. Un niño que a esa edad ríe con fuerza cuando ve un perro puede comenzar a interactuar con él, pero siempre bajo supervisión de un adulto.
Entre los siete y nueve meses es cuando marca su preferencia por conocidos y el rechazo explícito a extraños. A esta edad, ya debería “reconocer” al perro como uno más de la familia. Los bebés, cuando van creciendo, suelen ver a los animales como juguetes principalmente, solo que con algo de autonomía propia. Por ello, desde muy temprano, es importante que enseñemos a nuestros hijos a respetarles y verles como un miembro más de la familia.
Es en esta etapa cuando muestra deseos de ser incluido en interacciones sociales y sobre todo cuando está aprendiendo el significado del “no” por el tono de voz, por lo que es una edad perfecta para educarlo en el trato con los animales. Esto significa que es momento de mostrarle que no se le puede tirar de las orejas ni del rabo, que no se le puede pegar ni hacer burla y que hay que dejar tranquilos a los perros cuando estén comiendo, durmiendo, enfermos o royendo un hueso.
Entre los 10 y 12 meses ya manifiesta cariño hacia las personas y juguetes favoritos. Los pequeños que viven con una mascota a esta edad es cuando expresan el vínculo que han ido creando con el perro. Ya quieren jugar con él y sobre todo, tocarle. Es momento de enseñarle al niño a tocar al animal con suavidad, evitando el rabo o la cabeza y priorizando el lomo y la panza. También puede aprender que hay que dejarlo en paz cuando come o duerme.
Los niños no estarán preparados para “jugar” en serio, por ejemplo lanzando una pelota, dando órdenes o persiguiendo al perro hasta que tengan más edad. Cuando comienzan a ser más autónomos y en cuanto muestren interés por este animal hay que mostrarles cómo es el protocolo para jugar con un perro, además de enseñarle a bajar la voz cuando juegue con el perro y a evitar movimientos repentinos.
Es muy positivo que el bebé vaya viendo, por ejemplo, cómo se le da de comer al gato o al perro, como se hacen actividades con él en el exterior o cómo se le acaricia y se le da cariño cuando lo merece. Y también al revés. Durante las actividades cotidianas con el bebé, como las horas de las comidas, es muy positivo que la mascota se sienta involucrada. El simple hecho de estar cerca y observar es una manera de ir fortaleciendo el vínculo entre ambos.
A partir del año de edad, los niños demuestran un gran interés por lo que hacen los adultos de su familia, incluido el perro. Es fundamental que nunca se grite o regañe o nos comportemos de forma agresiva con la mascota en su presencia ya que el niño tenderá a imitar la conducta de los mayores. A partir del año es cuando ya se puede dejar al animal jugar con el niño, pero de forma paulatina, ya que los dos tienen que aprender los límites. Dentro de la familia se deben establecer unas normas generales para la educación y los límites del animal y para la forma de tratarlo

Beneficios
“Los perros fomentan chicos más sensibles, atentos a las necesidades de alguien además de ellos mismos. El hecho de convivir con una mascota desarrolla la inteligencia emocional y ese efecto es algo que se ve incluso mucho después, en la vida adulta, porque son seres más sensibles y con mayores habilidades sociales”, apunta la psicóloga clínica, Silvana Weckesser.
El duelo por una mascota puede ser un aprendizaje. “Si bien nadie está preparado para la muerte, el niño puede entender que las personas y los animales cumplen un ciclo de vida”. En la adolescencia es “uno de los pocos nexos que mantiene con el mundo”.

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