La playa cerca y un perro en la arena hacen más felices a los niños
Un estudio ha descubierto que el acceso a espacios azules naturales de niños está asociado con un mejor desarrollo socioemocional de los pequeños. Este beneficio es aún mayor si además de vivir cerca de la costa pueden ir con sus perros. El desarrollo socioemocional de los pequeños mejora cuando disminuye la distancia a la costa, y mucho más si se permiten perros en los arenales
Por Carlos XESTAL
Hasta ahora la investigación se había centrado en la existencia de espacios naturales y el desarrollo de los niños pequeños. En este estudio se ha sumado lo que se denominan “espacios azules”, playas, lagos, pantanos o similares.
Pero además, ante la realidad social donde cada vez más hogares son “interespecies”, es decir, las familias están formadas por humanos y perros, los investigadores han incluido la influencia para los niños no solo de vivir cerca de una playa, sino de un arenal muy especial: a la que puedan ir con sus perros a disfrutar de sus juegos.
El equipo, dirigido por el profesor Phoebe George de la Facultad de Salud de la Población de la Universidad de Perth de Australia Occidental, examinó si el acceso a espacios verdes y azules naturales está asociado con el desarrollo socioemocional de los niños pequeños (de 2 a 5 años).
Tras analizar tanto la vida como el desarrollo social de 1.525 pequeños, encontraron varias asociaciones, mínimas pero significativas, entre el desarrollo socioemocional de los niños pequeños y el hecho de vivir más cerca de la costa, por lo que sus hallazgos resaltan el potencial beneficio para los niños de vivir próximos a una playa.
Salud mental
Los investigadores partieron de la base de que el desarrollo socioemocional es una parte fundamental de la salud mental y el bienestar de los niños pequeños además de que las habilidades sociales y emocionales aprendidas durante los primeros cinco años de vida sientan las bases para la salud y el bienestar futuros.
Por otra parte las experiencias de la primera infancia con la naturaleza (como el espacio verde y azul) son importantes para el desarrollo infantil. “Se cree que esto se debe a que la primera infancia es una fase de rápido desarrollo cerebral, un período en el que el cerebro es muy susceptible a las influencias ambientales. Teorías como que el juego en la naturaleza podría mejorar la autonomía, la resiliencia, la autorregulación y el desarrollo del sentido de identidad en niños pequeños; o que los riesgos y desafíos que ofrece el juego en entornos naturales pueden nutrir la comprensión emocional, un sentido de agencia y dominio y logro; o la teoría de restauración de la atención que postula que los entornos naturales brindan experiencias restauradoras que reponen la capacidad cognitiva y mejoran la atención y la concentración, componentes clave del desarrollo infantil, ponen de manifiesto que la primera infancia es una fase de rápido desarrollo cerebral, un período en el que el cerebro es muy susceptible a las influencias ambientales”, señalan en su trabajo.
Para llegar a comprobar el efecto en la felicidad de los niños, se estudiaron varias variables: por un lado, como componentes esenciales del desarrollo socioemocional se incluyeron aspectos como la madurez emocional (identificar y comprender las propias emociones), la competencia social (desarrollar la empatía, leer con precisión las emociones de los demás), la función ejecutiva y la autorregulación (gestionar las emociones y el comportamiento fuertes), establecer y mantener relaciones cercanas y explorar el entorno circundante (asunción de riesgos segura).
Espacio azul
En segundo lugar se midió el porcentaje total de vegetación del vecindario así como el de espacio azul (océano, ríos, lagos y pantanos) en una distancia de 5.000 metros alrededor de las residencias de los niños.
Y en tercer lugar se calculó la distancia por la red de carreteras a la playa más cercana, a la playa vigilada y a la playa para perros, estas se incluyeron porque proporcionaban una medida de calidad.
Tras todos estos análisis, se descubrió que el desarrollo socioemocional de los niños mejoró a medida que disminuía la distancia a la playa, incluso después de ajustar el nivel socioeconómico del vecindario.
Los niños en edad preescolar vivían en promedio a 11,5 kilómetros de su playa más cercana, 12,9 kilómetros de su playa patrullada más cercana y si tenían un perro, vivían a 14,7 kilómetros de su playa para perros más cercana. Del total de los 1.525 pequeños incluidos en el estudio, un 42% de sus familias, 640, tenían perro.
Más playas para perros
Como conclusión, el equipo de investigación sugiere que “aunque las asociaciones entre la proximidad costera y el desarrollo socioemocional fueron pequeñas, el impacto colectivo a nivel comunitario podría ser significativo para los planificadores urbanos y los responsables de las políticas” y matizan que “una mayor comprensión de cómo los espacios verdes y azules afectan a la salud y el desarrollo de los niños puede ayudar a garantizar que crezcan con la oportunidad de beneficiarse de la exposición a entornos naturales al aire libre, valorando, protegiendo y, en última instancia, transmitiendo estas prácticas a lo largo de la vida”.
No hay que olvidar que “El gran tamaño de la muestra y el uso de medidas objetivas integrales para generar nuevos conocimientos sobre el impacto de los entornos naturales al aire libre en el desarrollo y el bienestar de los niños pequeños es un punto fuerte del presente estudio. Además, hasta donde sabemos, este es uno de los primeros estudios que investigan las asociaciones entre la vegetación del vecindario y el espacio azul y el desarrollo socioemocional de los niños pequeños”, concluyen.
(Páginas 24 y 25)
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