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LA ENTREVISTA
Elvira María Guerreiro
VETERINARIA EN CLÍNICA GAIA LAS ROZAS
Nos encantan. Vivimos con ellos, les
hablamos, les ponemos la comida y la
bebida, jugamos con ellos y los tratamos
casi como si de un miembro más de la
familia se tratase. Son nuestros animales
domésticos, entre los que perros y gatos
ocupan un puesto preferente. Pero de
repente, comienzan los estornudos, la
tos seca. El moqueo. Los ojos llorosos.
Y, en casos más graves, las dificultades
respiratorias. El médico de cabecera al que
vamos a ver pensando que hemos cogido
un gripazo decide remitirnos al alergólogo
y, después de una radiografía, un examen
exhaustivo y puede que hasta una
espirometría, llega el diagnóstico: alergia
a nuestro compañero de fatigas. ¿Qué
podemos hacer? El médico nos hablará
de tratamientos con antihistamínicos,
corticoides, inyecciones, de ventilar las
habitaciones o que un miembro de la
familia que no sufra nuestra alergia lo
cepille a diario. En el peor de los casos
nos recomendará deshacernos del
animal. Porque no hay cura. La tristeza
nos inunda. ¡Con lo fácil que hubiera sido
tener un pez! Los alérgenos están en sus
glándulas sebáceas y salivares, en sus
excrementos... y así el mal se produce
como consecuencia de la inhalación o
el contacto con la caspa, pelo, orina o
saliva del animal. Eso sí, contrariamente
a lo que se suele pensar, el pelo no suele
ser la causa. Sí las partículas de caspa.
Unas pequeñas partículas, no en pocas
ocasiones proteínas lipocalinas que tienen
una función hormonal, que flotan en el aire
durante largos periodos de tiempo y que,
al ser inhaladas, ocasionan los síntomas.
De ahí que una persona alérgica note la
presencia del animal en una vivienda aun
cuando éste no esté presente. Para ver,
desde el punto de vista veterinario qué
se puede hacer en estos casos, hemos
hablado con la veterinaria Elvira María
Guerreiro Días, quien ejerce su profesión
en la Clínica Gaia de Las Rozas.
Almudena NEGRO
4 LADRIDOS Nº 26 Abril 2019