El ladrido del explosivo
Blas Palma con su malinois. Foto. Emer
Todo comienza con un aviso: la adrenalina se dispara, el corazón del guía sube a mil en centésimas de segundo, corre al chenil en busca de su compañero canino; éste ladra, se excita, siente en su interior que toca empezar a trabajar, el peligro bulle por la sangre de los dos. Lo primero, intentar reducir el estrés, la vida les va en ello. Detrás, años de trabajo y una compenetración que sólo ellos entienden en la soledad, en el mejor de los casos, frente a un explosivo que hay que encontrar antes de saltar por los aires. En el peor, ante una imagen dantesca envuelta en sirenas, gritos, cuerpos destrozados, chatarra retorcida, llamaradas de fuego o humo penetrante.
Por Emer IGLESIAS
La Sección de Guías Caninos de la Policía Nacional se creó en 1945 con 8 perros de la raza Pastor Alemán con la finalidad de luchar contra la delincuencia existente en la época. A raíz de los atentados terroristas con explosivos perpetrados a principios de los años 70 en nuestro país, se vio la necesidad de adiestrar perros en la detección de este tipo de sustancias, comenzando la operatividad en este campo en 1976 con un pequeño contingente de funcionarios y perros. A medida que los grupos terroristas aumentaron su actividad, se fue incrementando paulatinamente el número de éstos, según informan fuentes de la Policía Nacional.
De las ocho especialidades de adiestramiento canino con que cuenta hoy el Cuerpo Nacional de Policía: detección de explosivos; detección de drogas; defensa y ataque; rescate y salvamento; detección de acelerantes del fuego; búsqueda y localización de restos humanos; detección de billetes de curso legal y localización de personas ocultas, los perros dedicados a la detección de explosivos son los más especiales por el riesgo de muerte que conlleva: “Ante un aviso de bomba lo primero que nos marcan es un tiempo, si se sobrepasa, muerte segura. El perro tiene que ser muy equilibrado, no estresarse, no tocar nada, no comer, es la misión más difícil, la formación tiene que ser la más completa que exista”, señala a LADRIDOS una de las personas con más experiencia en España sobre este tipo de perros, el policía nacional Blas Palma, que lleva a sus espaldas casi un cuarto de siglo como guía canino.
Los perros en estos casos trabajan en lo que se conoce como pasivo, no pueden tocar absolutamente nada, solamente buscar y marcar. “Un problema que yo tuve que solucionar es que cuando hay un aviso de bomba y acudes con tu perro, los TEDAX no te dejan acercar a menos de 200m, por lo que el can tiene que ir solo, sin ti. Cuando encuentra explosivo se tumba, pero, si está entre coches, por ejemplo, es imposible ver donde marca la substancia. Por eso yo enseñé a mis perros a marcar fuera, en mi línea de visión. Eso es muy difícil, pero se consigue aplicando a estos perros tácticas de diferentes disciplinas, hay que acudir a todas y coger de cada una lo que mejor venga y combinarlas”, indica Palma. Otra de las cosas imprescindibles en el trabajo de este tipo de perros, la principal, es que no pueden tocar el explosivo. “Un perro que trabaje en pasivo puede pasar sin ningún problema a activo, por ejemplo a búsqueda de estupefacientes, pero al revés nunca. El trabajo con explosivos o en atentados es totalmente diferente”, señala.
Las circunstancias ante la que tiene que trabajar un can cuando se ha producido un atentado son totalmente excepcionales. En primer lugar, el corazón del guía canino se pone a mil “y eso se transmite al perro, de veinte a lo mejor sólo sirve uno” señala el experto. “Hay que tener en cuenta que el escenario es totalmente caótico: sirenas de ambulancias, alarmas de coches que saltan, gritos desgarradores de gente, fuego, carne esparcida, humo… el perro tiene que trabajar obviando todo eso, sin inmutarse, algo muy difícil de conseguir”.
Blas Palma lleva a sus espaldas casi un cuarto de siglo de experto como guía canino con explosivos
Son perros que no llegarán a ser campeones en competiciones caninas de prestigio, pero que son campeones en salvar vidas arriesgando la suya. Enseñarles a que encuentren y marquen explosivos se puede hacer en tres sesiones, “pero formar a un perro en la detección de explosivos, que consiga encontrarlo sin arriesgar nada, en un breve espacio de tiempo, que vaya solo y se ponga en tu línea de visión, que no se dé la vuelta o salga corriendo, que no se distraiga con nada… es muy difícil. Hoy en día se ha convertido esta disciplina en algo muy comercial, hay cantidad de expertos que no saben ni lo que hacen; la gente va a exhibirse, pero hay que ir a aprender”, critica Blas Palma.
Dentro del Cuerpo Nacional de Policía, la formación de los guías caninos se hace en tres campos: cursos de especialización, cursos de actualización y cursos específicos para un tipo de trabajo. Los cursos de especialización, dirigidos a funcionarios de la Policía, duran 16 semanas y a cada aspirante a guía canino se le asigna un perro nuevo. La actualización dura sólo una semana, y tiene el objetivo de adquirir las nuevas técnicas de adiestramiento del mercado. Los cursos específicos están diseñados por guías caninos y suelen durar entre una y dos semanas.
A través de ADICAPAL, su club, forma a unidades caninas de diferentes policías y fuerzas de seguridad
Pero esta formación siendo importante, la mayoría de las veces es bueno complementarla. “El sistema de la Policía es muy bueno, pero puede haber carencias de medios. Cuando yo empecé en explosivos pensé que lo mejor era prepararme aún más y me dediqué a formarme porque me iba la vida en ello”, relata el policía nacional. “Hice muchos cursos como alumno por mi cuenta de todas las disciplinas que encontraba, y de cada una de ellas cogí algo y lo aplicaba a los explosivos”. En el mundo del perro suele haber también mucho fraude y gente que monta cursos con poca o nula experiencia. “Descubrí que hay profesores muy buenos, y también a cuales no debía acercarme más”, critica Blas Palma. El primer atentado al que este especialista acudió fue el perpetrado en Madrid por ETA en 2000 en el que fueron asesinados el juez José Francisco Querol, su escolta y su chófer. “Me puse las pilas, vi los límites del perro, hasta dónde podían llegar, lo que podían hacer y lo que no. Por eso fui a muchos cursos, y fui creando mis técnicas de trabajo. Soy muy autodidacta, con mi propio sistema, esto no está en ningún manual, son técnicas que yo he ido aplicando”.
Palma es hoy formador en diferentes ámbitos, sus cursos son muy demandados por diferentes cuerpos de Policía Local, Guardia Civil, vigilantes de seguridad y también particulares asisten a sus cursos, para los que primero monta todo un escenario lo más real posible: coches de policía con sirenas, humo, fuego, carne frita, gritos, bullicio… “Nada es tan real como un atentado, pero es fundamental montar todo, un curso sobre teoría o sobre una práctica en plan laboratorio no sirve para nada. Mis prácticas son muy divertidas, pero no me alejo de la realidad, yo he visto perros súper preparados salir corriendo de un atentado, eso es lo que hay tener en cuenta a la hora de trabajar este tipo de adiestramiento”.
La crítica
El rostro sonriente de Blas se tuerce cuando recuerda la muerte de su perro. “Lo que más me molestó de los guías caninos de la Policía Nacional es que cuando un perro se te muere a los pocos días te dan otro. Cuando mi perro PHIL murió me asignaron a JANSER. Otro pastor alemán. No lo quería. Lo odiaba. Necesitaba una tregua. Un duelo.Yo adoraba a PHIL y era insustituible, lo quería muchísimo. Le coges mucho amor a un perro que te ha salvado la vida, que se la juega contigo. Eso me sentó realmente mal. Tardé mucho tiempo en empezar a valorar y a querer a JANSER, aunque lo consigues, al tiempo ya la adoraba también.
El perro que le dejó huella
Fue PHIL, un pastor alemán el que le marcó. Muy tímido al principio, aunque poco a poco se convirtió en un crack. “Había una compenetración absoluta. Yo me lo llevaba a mi casa, y todas las noches le ponía un poco de explosivo en mi barrio escondido entre algún coche y le abría la puerta. Enseguida venía y me indicaba donde estaba. Era impresionante. Nunca tuve un perro como ese. Cuando acabó su vida de trabajo me lo llevé conmigo, la Policía permite que el perro vaya a ir a vivir con su guía. Y todos los días seguía poniéndole sustancias para que buscase. Con un perro nunca hay desamor. Vino conmigo a mi primer atentado, cuando asesinaron al juez, y también cuando vino Clinton de visita a Madrid y en la Castellana, en medio del recorrido, apareció aparcado un coche robado. Fuimos los dos, y según nos acercábamos al vehículo lo solté porque tenía que ir solo y miré hacia atrás, estaba toda la Castellana hacia delante y hacia atrás vacía. Sentí miedo, de las pocas veces, y comprendí que estábamos solos él y yo. Éramos uno para vivir o morir. Por suerte el coche no tenía explosivos y salimos de allí”.