Humanizar a un perro
¿es un error o una ventaja?
Montenegro cuestiona que humanizar al perro sea perjudicial, premisa que impera en el ámbito del adiestramiento. Asegura que la “humanización o el antropomorfismo en perros no es un problema ni un error, sino la oportunidad para gestionar esas conductas complicadas”.
Resumen de la ponencia en el congreso iberoamericano de antrozoología: “conductas problemáticas en perros, ¿un problema o una oportunidad?”, realizada por el adiestrador argentino Jorge (Pampita) Montenegro
La Antrozoología es una disciplina científica nueva que estudia e investiga el vínculo humano-animal. En este trabajo se describe cómo las personas nos vinculamos con nuestros perros de la misma manera que lo hacemos con otros humanos. En la relación que tenemos con nuestro perro, este se ve atravesado por nuestro mundo físico y psíquico sin que ninguno de los dos pueda evitarlo. En ese enredo en el que se ven envueltos nuestros perros, involuntariamente terminan exponiendo conflictos nuestros, totalmente humanos, a los que les damos el nombre de “problemas de conducta”. Y en mi experiencia, el entrenamiento y las pautas de trabajo propuestas para solucionar el conflicto, muchas veces termina en procesos de transformación, aparentemente necesarios para esas personas.
Y al final, lo que parecía ser un “problema de conducta del perro” se convierte en una oportunidad única de superación para un ser humano.
Aún se discute si el proceso de domesticación de los perros fue una “auto-domesticación” o si los humanos tuvimos un rol más activo a través de una selección de individuos a partir de un cánido silvestre. Lo que no admite discusión es que luego de la domesticación apareció una nueva especie significativamente más mansa y menos temerosa que la inicial: el perro (Canis Lupus Familiaris), que es la versión “neoténica” de ese antecesor. La neotenia es la retención de rasgos juveniles en animales adultos, que influyen genéticamente tanto en la conducta como en el fenotipo.
Algo es evidente en todos los que amamos, trabajamos y estudiamos sobre perros: estos animales parecieran ser cachorros durante toda su vida. Siempre están dispuestos para jugar y salir a explorar. Para ellos todo lo que hacemos y decidimos es maravilloso, lo mismo que perciben nuestros hijos, hasta cierta edad.
A consecuencia del aluvión de investigaciones sobre perros de los últimos años comencé a replantearme el concepto de “humanización”, que utilizamos los entrenadores con frecuencia, para cuestionar a nuestros clientes frente a algunos problemas de conducta de sus perros.
No había entendido aún que “humanizar” no es un problema, es inevitable. Lo que mis clientes sentían por sus perros, no se podía cuestionar ni modificar y comprendí que tenía que encontrar la forma de resolver ese conflicto, respetando esos sentimientos. Todo esto me ha ayudado a establecer un nuevo paradigma de trabajo, en el cual los perros, con sus particularidades: razas, edades, conductas variadas, son funcionales a lo que desean, sufren, o necesitan los humanos a los cuales están unidos por un vínculo.
Trabajando con este modelo, los problemas de conducta de los perros adquieren un significado distinto, puesto que están vinculados a las historias de vida de sus dueños, a sus pasados, presentes y futuros. Y están relacionados de manera tal, que necesitan de la participación activa de todo el sistema para ser gestionados, incluyendo al entrenador. En esta relación, es posible ejercitar los límites, la tolerancia a la frustración, la empatía, aprender a amar o volver a amar. Todo en un juego de roles y ante la inesperada paradoja de aquél que, creyendo estar entrenando, termina involuntariamente “siendo entrenado”.
Vivía en función de un perro que la maltrataba
Este caso tratado por Montenegro casi acaba en sacrificio. El perro ya tenía nueve años y cuando mordió por enésima vez, su propietaria ya no sabía qué hacer. Jorge lo primero que hizo fue indagar en la relación dueña-perro y descubrió que era maltrato. El perro la ignoraba, le sacaba los dientes si iba a ponerle el collar, lo tenía que encerrar si tenía visita en casa, cogía comida de la mesa cuando quería, le mordía la mano cuando le gustaba algo, y a la hora del paseo la dueña siempre iba detrás sin que el perro ni la mirase. El adiestrador analizó todo esto, y tuvo que cambiar la mentalidad de la dueña, su relación tendría que ser diferente, “tendría que hacer todo al revés de cómo hasta ahora”.
El todo peor que las partes
Dos hermanas caninas fueron compradas a la vez, no se separaban para nada. Fueron educadas y trabajadas juntas, y unidas se potenciaban, una vez que se ponían en marcha era difícil desarticularlas.
Estaba claro que trabajarlas juntas era peligroso y había que cortar ese circuito de retroalimentación.
La primera separación fue en el transporte hacia el parque. La propietaria fue reacia a ello, lo que le dio al adiestrador las primeras pistas de por qué siempre estaban juntas.
Cuando llegaron al parque, la dueña insistió en que para trabajar por separado, primero deberían jugar juntas una media hora.
Montenegro comprendió que el problema era que estas dos perras habían estado juntas desde su concepción, y que a lo sumo solo habían estado separadas en toda su vida media hora. La dueña le confesó que en su familia por ambas partes todos son mellizos.