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Un perro equilibrado y educado no transmite miedo

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Perros de terapia acompañan en las sesiones a esta psicóloga cuando el paciente sufre fobia a las mascotas caninas por experiencias negativas

Vanesa Carbonell es psicóloga, educadora y entrenadora canina. Lleva trece años entrenando canes. Acuden a ella cuando una persona tiene fobia a los perros y lleva los suyos, adiestrados, para exponer a la persona muy gradualmente.

Por Miguel PELE

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Actualmente tiene tres perros. La más veterana es una golden retriever con 10 años y medio, a punto de retirarse ya, pero como disfruta las sesiones sigue yendo. El segundo es un border collie con 8 años y medio. La tercera es una cachorrita de golden de cuatro meses, que es la que va a reemplazar a la veterana y ya está acudiendo a algunas sesiones, sin participar activamente, o a escuelas de verano. Desde que tienen dos y medio o tres meses están expuestos a situaciones de terapia para que se vayan habituando a estos contextos y cogiendo experiencia.
Cuando se la reclama para una intervención de una fobia, en este caso canina, lo primero como psicóloga clínica es mantener una reunión con el paciente para determinar qué cosas le dan más miedo y qué cosas menos. Es una fase en la que se transmite al paciente que va a ser más feliz si domina esta situación y a partir de ahí las personas piensan que va a mejorar.
Suele ser casi siempre igual, cuando el perro está suelto les da más miedo que cuando va atado, si es grande le da más miedo que si es pequeño, si ladra les impone más que si está callado. De ahí definimos unos criterios de exposición, de lo más fácil a lo más difícil. Y en las sesiones se comienza por nivel cero, es decir, estar delante de un perro a 10 m. Así, moviéndose o estando quieta, la persona se da cuenta de que no pasa nada y los niveles de ansiedad bajan. En caso de ser niños, se les dice que tienen un termómetro del miedo de cero a diez y se les pregunta cuánto nivel de miedo tienen y ellos van diciendo.
Según cómo sea la persona y cómo evolucione, se mantienen o se van subiendo los criterios. Las primeras sesiones suelen ser más lentas y a medida que el paciente avanza se sube el criterio. Evidentemente, cambia de perro para que la paciente no se habitúe al mismo perro y no generaliza.
Tras las sesiones de “laboratorio”, se pasa a sesiones reales en la calle. “Aquí ya interactúo como psicóloga y como adiestradora canina y le digo que no debe tocar a todos los perros que, porque no todos van a tomarlo bien”. A veces, los psicólogos que no saben de perros transmiten la idea de que todos son buenos y eso es contraproducente y peligroso. Cree que los propietarios de perros tienen mucha responsabilidad en esto, pues cada vez hay más intimidaciones y agresiones de perros a personas.
Y hay casos de niños que perros pequeños los han acorralado ladrando y por eso está justificado el desarrollo de esta fobia y todas tuvieron una experiencia traumática, y como tal es subjetiva, no tiene que haber sido grave, pero sí que da origen a ese miedo incontrolable o a veces porque los padres lo tienen y lo transmiten a sus hijos. Nadie nace con miedo a los perros, pero sí a la amenaza, como un ladrido.
En las charlas en colegios siempre suele haber algún niño con miedo a los perros, sobre todo a los grandes. “Mi golden es grande, pero tiene cara de oso y da una sensación dulce. El brorder collie da la sensación de ser más extraño, con sus ojos azules y creen que es un lobo”.
Según Carbonell, hay más mordidas de perros pequeños que de grandes, sobre todo a niños y suele ser el propio perro de la familia. Suelen manipular en exceso a las mascotas pequeñas hasta que el perro madura y protesta con ladridos o un mordisco. “Yo no dejaría a un niño solo con un perro hasta que tenga diez años. Tener hijo y perro es un doble trabajo y el niño piensa que es un juguete. En el último año, a pesar de estar haciendo un máster, he tenido ocho pacientes, todos niños entre cinco y nueve años”.
La idea es que aprenda a vivir en una realidad con perros a su alrededor, sabiendo que no se toca a todos, si uno viene ladrando se le deja su espacio porque seguro tiene miedo, es decir, ser un poquito realista. “Y esta fase, la realista, es la que se trabaja al final, porque si le hablamos al principio el paciente se sensibiliza y no se quiere exponer”.
Terminada la terapia, las fobias suelen bajar de intensidad, pero no hay una remisión total. El organismo ha aprendido a tener miedo a algo y eso no lo puedes borrar. Hace falta aplicar mucho razonamiento en esas situaciones, algo más propio de adultos y más difícil en niños. Y el objetivo como psicólogos siempre es que los pacientes puedan llegar a tener una vida funcional, que puedan ir por la calle donde hay perros con precaución, pero sin miedo.
Como psicóloga, cuando tras un tratamiento se consigue llegar a esta situación es “tan gratificante que vale más que el dinero que pagan por la sesión, pero como educadora canina insisto en que cuando conviven niños y perros hay que formarlos y supervisarlos, porque los niños pagan las consecuencias de la irresponsabilidad de los adultos”, finaliza Vanesa Carbonell.

Talleres de convivencia canina
La Junta de Distrito de Ciudad Lineal de Madrid cuenta con 20 áreas caninas repartidas por todos sus barrios, en siete de las cuales se están desarrollando de manera gratuita talleres de convivencia canina. En estos talleres se busca mejorar la relación de los perros y sus propietarios con el resto de los vecinos, optimizar la socialización entre animales y hace un buen uso de los espacios comunes, parques y zonas verdes.
Profesionales acreditados están impartiendo charlas sobre cómo estructurar paseos y juegos, consejos para modificar conductas no deseadas, la gestión de la energía o conciencia de una buena convivencia. Los talleres se llevan a cabo de lunes a viernes y tienen duración de una hora, son gratuitos para los vecinos sean o no propietarios de mascotas.
Además, se fomenta el respeto canino entre todos los ciudadanos, tengan o no perros y profundizan en que estos animales tienen gran capacidad de aprendizaje y empatía con las emociones humanas, generan felicidad, salud y energía positiva, como demuestran a sus dueños cuando vuelven a casa.

Los datos
5-9 años es la edad de los menores que acuden a su consulta tras ser mordidos

(Páginas 12-13)

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