La polémica resurge en el país otomano donde los perros son parte de su paisaje diario
Vuelve la polémica a la ciudad turca tras la gran afluencia de turismo en las fechas navideñas
Los perros y gatos forman parte del paisaje diario de Estambul, la ciudad turca que con quince millones de habitantes cuenta con unos 200.000 animales vagabundos. Tras los más de 5 millones de turistas que ha recibido en diciembre, la polémica ha vuelto a surgir y aumentan las voces que piden que se retiren de las calles.
Por Emer IGLESIAS
Los dos sitios más visitados de la antigua Constantinopla, la Mezquita Azul y Santa Sofía, una a cada lado del Sultan Ahmet Park, existen en la retina de los visitantes con perros grandes y mayores plácidamente tumbados. Desde 2009 una ley dictada por el Gobierno turco protege a estos animales y castiga a quien les haga daño o les retire la comida.
Muchos turcos se ocupan de ellos y los cuidan desde hace casi un siglo. “Somos una sociedad que coexiste con los animales. Es una tradición. Cada barrio tiene sus perros y gente que se ocupa de ellos”, cuenta el historiador Ekrem Isin, autor de un libro sobre los perros de las calles de Estambul.
Pero algunos, entre ellos el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, ponen en duda esta tradición, y hace un año instó a las autoridades municipales a llevar a los perros callejeros a refugios de sus respectivas ciudades.
La petición de Erdogan no solo levantó apoyos pidiendo que se retiraran los animales de las calles, sino que abrió una fuerte polémica y dio pie a la creación de una aplicación móvil, Havrita, que los localizaba en un mapa en las 81 provincias de Turquía.
A partir de aquí, comenzaron a aparecer perros envenenados tras ser ubicados exactamente y los voluntarios que los cuidan y llevan al veterinario sufrieron agresiones. Los tribunales acabaron prohibiendo el acceso a la aplicación, y todo pareció volver a la normalidad.
Sin embargo, lo cierto es que el número de perros cada vez es menor, y los defensores de los animales temen que acaben desapareciendo, como hace un siglo, cuando en 1910, para modernizar Estambul siguiendo el modelo de las grandes capitales europeas, las autoridades otomanas expulsaron a casi 80.000 perros errantes a una isla desierta del mar de Mármara. La mayoría de ellos murieron de hambre y sed.
“Tenemos la impresión que cien años después, los perros sirven de nuevo de chivo expiatorio”, considera Serge Avédikian, ganador de la Palma de Oro de Cannes en 2010 al mejor cortometraje por “La isla de los perros”, sobre el drama de Hayirsizada.
Turquía aprobó su primer proyecto de ley de protección de los animales en 2004. En ese momento, legitimó el método de captura, esterilización, vacunación y devolución (CNVR). El proyecto de ley prohibía el sacrificio de perros en libertad, excepto «en los casos especificados en la ley 3285 de salud e inspección animal». Se prohibía la eutanasia a no ser que los perros padecieran «enfermedades y afecciones incurables, como enfermedades terminales».
Se encargó a los ayuntamientos el cuidado de los perros de la calle y que los llevaran a refugios gestionados por la comunidad, donde los perros eran castrados, vacunados, rehabilitados y se les implantaba un chip digital en las orejas, lo que les daba un número de identificación para su seguimiento.
En 2018 Erdogan prometió reforzar las leyes de protección de los animales. Finalmente, en 2021, el Parlamento turco aprobó un nuevo proyecto de ley sobre derechos de los animales. La ley prohibía la venta de todos los perros y gatos en las tiendas de animales, los clasificó como «seres vivos» en lugar de mercancías, y castigaba el maltrato animal hasta con cuatro años de cárcel.
Refugios, de pena
Los animalistas insisten también en que los refugios de animales del país otomano son sitios donde los perros viven en condiciones deplorables. En una entrevista con The Independent, Mine Vural, activista por los derechos de los animales y técnico veterinario en Estambul, dijo que «en general en Turquía, los refugios son campos de trauma y muerte para los animales». Otros, como el abogado Hacer Gizem Karata, del Comité de Vigilancia de los Derechos de los Animales (HAKİM), afirmó que enviar a los animales callejeros a los refugios significa en realidad su sacrificio.
El mes pasado se ha reavivado la polémica por las protestas de hosteleros que insisten en que los perros dan mala imagen de la ciudad, perjudican a sus negocios y deben ser retirados.
En una ciudad dividida, lo cierto es que los perros por las esquinas son para muchos una parte inseparable de la identidad de la ciudad, en las fotos de los turistas siempre aparecen y se observa una buena convivencia en la calle entre animales y ciudadanos.
(Páginas 35 y 36)