Perros y gatos, ilustres habitantes de Santa Eulalia, el poblado creado por un conde en Alicante en el S. XIX
El IX Conde de la Alcudia fundó en 1887 un poblado en las 138 hectáreas que poseía entre los términos alicantinos de Sax y Villena. Sobre plantaciones de almendros, arroz, olivos y uvas se erigieron construcciones culturales, viviendas, palacio, ermita, oficinas, edificios de servicios, plazas, fábricas, bodega, tienda y hasta una estación de tren. Declarado Bien de Interés Cultural en 2016, y de propiedad privada, en la actualidad, con los grandes edificios en ruina pero las viviendas en marcha, sus habitantes son una colonia de gatos protegida por el Ayuntamiento de Sax y media docena de perros junto a la decena de personas que allí habitan todo el año, y que en verano llegan a los 40.
Por Óscar REKALDE
Un sobrino del Conde junto a su mujer, hija de un rico indiano cubano, aportaron el dinero necesario para el desarrollo de este pueblo tipo colonia, cuya administración estaba dirigida por el Conde. Pero tras asociaciones, vaivenes amorosos, infidelidades, divorcios y embargos, comenzó la decadencia de la Colonia que pasó a manos de la hija del cubano y el Conde se convirtió en un empleado.
La urbanización fue construida a imagen de las grandes colonias industriales que se prodigaban en Cataluña alrededor del mundo textil. En esta zona alicantina, el Conde dirigió la construcción alrededor de dos grandes plazas, totalmente conservadas. En una de ellas está la antigua fábrica de harinas, un imponente edificio rodeado de casas de planta baja de obreros.
Al otro lado, se construyó un teatro que ahora tiene parte del techo y el escenario derruido, una almazara con una gran torre de la que solo quedan vestigios y un palacio, donde se instaló toda la administración de la colonia, incluida una oficina de correos y telégrafos. El interior ha sido saqueado por “visitantes” y ahora está vallado y cerrado.
También contó en su día con ermita, ahora en pie pero cerrada, fábrica de alcoholes, bodega, tienda, horno de pan, un casinete y una carnicería, además de viviendas de dos plantas destinadas a funcionarios y administradores y un colegio de Carmelitas, del que no queda ni rastro.
El conjunto urbanístico se completaba con multitud de estatuas, zonas verdes, fuentes, elementos decorativos y el lago de la condesa. Además de todo ello tenía una estación de tren que hoy no existe, en su lugar hay un chalé que se hizo uno de los administradores y ahora tienen sus herederos.
En la colonia hay alrededor de 40 casas, todas ellas en marcha. En algunas los propietarios viven todo el año, no más de diez, y el resto suelen ser habitadas en la época de calor, desde mayo a octubre o noviembre.
Muchos de estos habitantes ya no son herederos de los antiguos obreros que vivían en la colonia. El estilo de vida, caracterizado por la convivencia, ellos se llaman compañeros, ha hecho que vecinos ya mayores de municipios grandes cercanos se hayan comprado aquí una de estas casitas y disfruten de la compañía.
Un denominador común de estas calles entre edificios derruidos y mantenidos son los animales. Gatos y perros pasean por sus calles y son cuidados con cariño por los residentes de un poblado que sigue siendo propiedad privada y del que los dos ayuntamientos a los que pertenece se olvidan a diario.
No tienen ni parada de autobús, aunque el destino ha querido que una moderna estación de AVE esté solo a siete kilómetros, por lo que el tráfico en la calle central, que además separa la parte de Villena de la de Sax, sea intenso.
(Páginas 18 y 19)
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