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IAE Galicia, un ejemplo en rescate y ayuda

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Ver a un perro olfatear entre escombros en busca de resquicios de vida, rastrear por un monte tras la pérdida de una persona o ladrar cuando localiza a algún humano, es algo habitual en nuestros ojos. Llegar hasta aquí necesita mucho trabajo, preparación, medios humanos, materiales, organización, gestión, colaboración y horas de sueño. Muchas organizaciones se ofrecen constantemente pero ¿son efectivas? Son imprescindibles ante grandes catástrofes dispuestas siempre a actuar. Aunque proliferan en España, la realidad es que pocas son efectivas. Vemos cómo trabaja una de las mejores.

Por Emer IGLESIAS

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16:30h
Son las cuatro y media de la tarde de un jueves lluvioso en Galicia. Los miembros, humanos y caninos de la delegación gallega del Grupo IAE, Intervención, Ayuda y Emergencias, una ONG nacional con sede principal en Valencia, parten de A Estrada (Pontevedra) hasta Catoira donde les esperan toneladas de escombros, grandes máquinas de demolición o camiones todo terreno, todo entremezclado con un barro que salta por encima de cualquier bota o traje específico que se lleve.
El agua decide no dar tregua, y una fuerte “treboada” (tormenta con truenos y rayos) los recibe a su llegada a lo que queda de unas viejas y enormes naves junto a las vías de tren que están siendo demolidas.
17:00h
Antes de entrar, todas las medidas de seguridad en regla. Trajes y botas reglamentarias, y casco homologado protegiendo en lo posible la cabeza. El responsable de la Unidad Canina, Miguel Montero, bombero rescatista en Muros y delegado de IAE en Galicia, junto al responsable de formación del grupo, el especialista en mantrailing, búsqueda de personas por olor de referencia, Miguel Carbajal, se dirigen, bajo unos chuzos que calan hasta al más preparado, a los trabajadores de la empresa de demoliciones Resigal, con la que tienen convenio de colaboración para montar los escenarios casi reales, y comienza el trabajo.
“Lo difícil de todo esto no es entrenar a los perros, lo más complicado es gestionar y preparar todos los montajes para que sea un trabajo en un escenario lo más real posible”, explica Montero a LADRIDOS.
Por su parte, Carbajal, cuenta con pasión cómo preparan todo. “Tenemos convenios con diferentes empresas de demolición, en este caso con esta es una colaboración magnífica, nos facilita todo lo que necesitamos, tenemos las máquinas y sus conductores a nuestra disposición. Y así podemos montar las montañas de escombros, escondernos debajo, echar un metro de escombros encima, siempre con seguridad, y hacer que los perros busquen a supervivientes como si estuviéramos en una catástrofe de verdad”.
17:27h
Son las cinco y media, y una excavadora oruga de más de 11 metros sube con una facilidad vertiginosa por un montón de escombros. En su pala lleva medio tubo de PVC de los de las obras de unos 80 centímetros de diámetro. Lo coloca boca abajo dejando la entrada visible y llega el momento de taparlo.
“Aunque el tubo es duro y resistente, no queremos correr riesgos y además lo reforzamos con palés por encima. Ahora esta empresa que nos ayuda muchísimo echará un metro de escombros por encima y se tapará todo. Así hacemos como una cámara de aire donde luego entrará uno de nosotros y los perros deben encontrarnos, es la mejor forma de entrenar, preparando cada vez los escenarios como si fueran reales”, matiza Carbajal.
18:01h
Llega la hora de Susana, una tercera integrante del grupo, que con walkie en mano se introduce con esfuerzo en el hueco del tubo de drenaje. Son las seis y un minuto y sus compañeros de rescate tapan la entrada de su agujero con más escombros, ya no hay contacto visual con ella. Le toca esperar en la oscuridad.
La lluvia acaba de dar una tregua, el primer perro, la pastora alemán Ula do Sorribas de Miguel Montero, sale de su vehículo. Primero hace un pequeño reconocimiento de la zona junto a su guía entre barrizales, máquinas trabajando, bloques cayendo y sierras sonando a todo meter. Ni se inmuta. Cuando ya está relajada, vuelve a entrar a su vehículo y Miguel le coloca su arnés de trabajo. Ya sabe perfectamente lo que tiene que hacer.
Sale como una moto a la orden de su guía y tarda menos de dos minutos en merodear por encima de los escombros donde debajo está Susana. El olfato no le engaña, y enseguida busca y rebusca hasta que encuentra algún agujero por donde sale el olor de la persona sepultada. Llega el momento más esperado y deseado por los guías, el ladrido de Ula que indica que ahí hay alguien. Recibe su premio y vuelve a su vehículo.
18:37h
Los rescatadores se disponen a retirar escombros y llegar hasta donde poder sacar a su compañera. Rescate concluido con éxito. Ya son las 18:37 horas, menos de dos minutos de trabajo de un perro que necesita horas de preparación sobre el terreno.
Aunque Susana fue localizada, le toca seguir en el agujero en el que ni puede darse la vuelta. Es el momento de que la busque otro perro, esta vez Mickey de Fuentelfresno, un cachorro de labrador de solo 11 meses que se estrena en la búsqueda bajo escombros. Su guía, Miguel Carbajal, lo acompaña.
Mismo protocolo que con Ula. Primero un pequeño paseo por la zona con correa larga para que inspeccione el terreno. Unos cuantos olfateos y vuelta a su vehículo. Arnés de trabajo y a buscar cuando se lo ordena Carbajal. El cachorro es un fiera, aunque nunca había buscado en un escenario de este tipo, unas cuantas vueltas y enseguida se acerca a la zona por donde sale el olor humano de entre los amasijos de restos de obra. Antes de recibir su premio le enseñan a que ladre, lo hace sin problema. Ya sabe lo que hay que hacer. Su primera prueba pasada.
18:58h
Son casi las siete y Susana sigue en el agujero negro. Todavía hay otro perro que tiene que buscarla. Esta vez, otro camión anda por alrededor echando más escombros en la zona. Con el inmenso ruido de las máquinas trabajando en la obra, es una demolición real, apenas se oye hablar por el walkie a Susana, que confirma que está bien y que sin problema aguanta más para que otro perro haga la práctica.
El bombero rescatista va a por su segundo perro, Aukan, un mali operado hace unos meses tras una lesión de la que se está recuperando perfectamente. Paseo de reconocimiento de la zona tranquilo, y enseguida arnés de trabajo y a buscar. Como mali, su energía es envidiosa, en unos 40 segundos ya está marcando y ladrando donde hay vida debajo de los deshechos. Premio y enseguida a su remolque, no hay que forzarlo.
19:04h
Ahora sí es el momento de retirar todo tipo de restos de obra de la entrada del medio túnel y ayudar a Susana a que salga. Son las siete y cuatro minutos, tras más de una hora enterrada su participación es fundamental para enseñar a los perros a detectar gente que puede haber quedado atrapada en una catástrofe.
Pero ahí no acaba todo. Sin perder ni un segundo se dirigen a otra montonera de escombros, esta de grandes piedras, y vuelta a empezar.
19:49h
El horario no es problema, tras preparar de nuevo un escondite con las máquinas, son prácticamente las ocho y siguen como si acabaran de empezar.
Este es el relato de una parte de la tarde de trabajo de la delegación de IAE en Galicia, en una obra de demolición de verdad, con máquinas de más de 11 metros tirando restos de paredes de grandes naves, levantando asfaltos, cortando tabiques y amontonando los deshechos con camiones en distintos espacios.
Pocas unidades caninas de rescate trabajan así. Algunas casi ni pisan escombros, otras que sí lo hacen es siempre en un escenario montado en sus instalaciones, a lo que el perro se acostumbra cuando ya ha buscado diez o doce veces.
Mucha pasión y conciencia hay que tener para dedicar tanto tiempo a prepararse de forma voluntaria con el único objetivo de salvar vidas llegado el momento. Y llega. Porque Miguel Montero fue parte del grupo de IAE que se trasladó con sus perros a Turquía hace unos meses y consiguieron rescatar con vida a tres personas sepultadas tras el derrumbe del edificio donde vivían.
En cada delegación de IAE hay un GELR, Grupo Especial de Localización y Rescate, para estas grandes catástrofes, formado por guías caninos, rescatadores y sanitarios. “En nuestro grupo de Galicia tenemos perros de batida, perros de rastro y perros de escombros. Somos rescatadores profesionales, gente especializada en rescates técnicos, yo por ejemplo soy especialista en rescate de altura, barrancos, ríos, estructuras colapsadas y demás”, matiza Montero.
Cuando hay una salida internacional la organización moviliza integrantes de las delegaciones y se forma un equipo que es el que a petición del país que ha sufrido la catástrofe recibe todos los permisos y se traslada hasta el lugar a la mayor brevedad posible.
En la última catástrofe, los terremotos de Turquía, muchas unidades quisieron apuntarse al rescate y ofrecieron sus servicios, pero también muchas se quedaron en tierra. Otros tuvieron que sumarse a grupos más grandes, aunque luego de algunos su labor no estuvo muy clara.
IAE de Galicia está redactando en este momento el borrador para entregar a la Xunta y firmar un convenio de colaboración para poderse activar en situaciones necesarias.

De otra pasta

 Para estar metida en un agujero tan minúsculo y tapada por bloques, cemento, ladrillos y tierra, hay que estar hecha de otra pasta.
“No todos somos capaces de estar ahí metidos, y además con un metro de escombros por encima, es imprescindible para nuestro trabajo”, indica Carbajal a LADRIDOS, emocionado por lo bien que se desarrolló todo esta tarde. Tres perros demostraron su preparación y tres guías acabaron embarrados hasta la médula orgullosos de sus compañeros caninos.

(Páginas 4-7)

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