Dogo argentino, el temor del jabalí
La montería defendía las tierras de granjeros del jabalí y de otros animales salvajes. Antonio Nores Martínez, a los 18 años, se propuso crear una raza a partir del Perro de Pelea de Córdoba y otras razas caninas para luchar contra los jabalíes a través de la caza. Su tenencia está prohibida en algunos países como Inglaterra, Portugal o Noruega.
Por Óskar REKALDE
La historia del Dogo Argentino se remonta a 1925 cuando Antonio Nores Martínez y Agustín, nacidos en la provincia de Córdoba, Argentina, quisieron crear una raza específica para trabajar en el campo argentino.
En Europa las granjas son susceptibles de sufrir ataques por parte de jabalíes. Estos animales son responsables no sólo de daños en las cosechas, sino también por segar las vidas de corderos y terneros, así como otros animales y personas. Para ahuyentarlos, los granjeros utilizaban la montería, es decir, una jauría de perros que localiza, persigue, coge y apresa al jabalí hasta que llegan los hombres y lo matan con un machete.
Para que la montería tuviera éxito, los perros debían poseer una gran habilidad para localizar al jabalí, acercarse a él, una fuerza innata para atacarle y superarle y una tenacidad implacable para tenerle apresado hasta que llegaran los cazadores. Además de estas habilidades hercúleas, los perros debían ser bastante inteligentes, ser adiestrables, estar concentrados en la cacería y ser capaces de llevarse bien con otros perros.
A los 18 años de edad, en una de las habituales peleas de perros, se propusieron mejorar la capacidad de lucha del antiguo perro de Pelea Córdobes, para hacer frente a la caza de jabalíes. Este perro cruzado, valiente y agresivo, que ostentaba el récord en las pistas de pelea, donde luchaba hasta la muerte. Esta tenacidad era necesaria cuando se trataba de enfrentarse a los jabalíes de hasta 270 kg.
Los hermanos Nores Martínez iniciaron la crianza en 1925, mientras todavía iban a la escuela, en Córdoba (Argentina) con diez ejemplares del Perro de Pelea de Córdoba, que pronto pasarían a ser 30, todas hembras. Con el apoyo de sus familiares y amigos salieron adelante. Su padre les ayudó contratando a una persona que cuidara de los animales mientras estudiaban.
Esta primer etapa duró pocos años por la polémica surgida, por lo que enfocaron la crianza en una raza canina destinada a la caza mayor. Partiendo del Viejo Perro de Pelea Cordobés, dividieron la cría en dos grupos para evitar los consecuentes riesgos de una excesiva consanguinidad, la familia “Araucana” y la “Guaraní”.
Esta raza canina está formada por una mezcla de varias razas como son el Viejo Perro de Pelea Cordobés, mestizo de valor extraordinario y tremenda resistencia para la lucha; el Mastín Español aporta su cuota de fuerza y potencia; el Gran Danés, con el objeto de darle más alzada y buena cabeza; el Bulldog Inglés, con la idea de fijar su amplitud de pecho, no obstante fueron usados apenas cuatro ejemplares para evitar la disminución en la talla; el Bullterrier es usado para acrecentar su valor, resistencia, insensibilidad al dolor y tenacidad en la lucha; la vivacidad e inteligencia del Boxer; el Perro de Montaña de los Pirineos, le dio tamaño, rusticidad, acentuó el manto blanco, y le dio fuerza, resistencia y la capacidad de adaptación a todos los climas; el Pointer Inglés es el principal responsable del olfato y a él se debe la cualidad de venteo que lo caracteriza; velocidad y talle le aporta el Irish Wolfhound; y el Dogo de Burdeos le aporta su fuerte mandíbula, su potente cabeza y su gran valor.
Antonio, quién fue el creador de la raza, escribió en 1928 el primer estándar para la nueva generación. Sus conocimientos en el ámbito de la anatomía, biogenética y fisiología le permitieron validar el reconocimiento de esta raza canina. Entre 1953 y 1956 Antonio le fue llevando a su hermano Agustín, sus mejores dogos, lo que le permitió inaugurar su propio Registro Genealógico de la raza en 1954.
Sin embargo, en 1956 muere Antonio trágicamente cuando cazaban en Córdoba. Desde ese momento, Agustín se hizo cargo del sueño de su hermano trabajando en la nueva generación. Como fue el embajador argentino en Canadá pudo viajar con mayor facilidad para difundir los Dogos por el mundo.
Tras varios años de trabajo, en 1964 el Dogo Argentino fue reconocido por la Federación Cinológica Argentina y la Sociedad Rural Argentina, siendo los 67 ejemplares solicitados para dicho reconocimiento, el origen del pedigree de los Dogos.
La Argentina Kennel Club, miembro de la Federación Cinológica Internacional (FCI) reconoció la raza el 31 de julio de 1973. Al principio el Dogo Argentino se utilizó para la obediencia, labores militares y policiales y como guías para personas ciegas.
Al igual que en el dálmata, el bóxer blanco y el bull terrier blanco, el dogo tiene un 10% de posibilidades de padecer sordera o displasia de cadera. El color blanco de su manto le puede causar problemas en la piel con bastante frecuencia, especialmente en ejemplares jóvenes con la denominada demodecia. Por este motivo, su piel no debe permanecer durante mucho tiempo expuesto al sol.
Respecto a su apariencia general, los 62 cm y 42 kg aproximadamente, le otorgan una apariencia de perro atlético, debido a su poderosa musculatura y agilidad.
Como el dogo ha sido criado específicamente para poder socializar con otros perros, presenta una excepcional predisposición al trabajo en grupo. Requiere de entrenamiento responsable y consistente por parte del propietario ya que es un animal con mucha fuerza y resistencia al dolor. Tiene una vida promedio de nueve a doce años.
Al ser considerado como una de las razas de los conocidos como Perros Potencialmente Peligrosos, existe una diferente legislación, según el país, e incluso la Comunidad Autónoma en la que nos encontremos. En Inglaterra, Portugal, Noruega, Islandia, Polonia, Rumania, Malta, Australia, entre otros, está totalmente prohibido la tenencia de este animal.