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El estado en que llegan muchas mascotas al veterinario es inasumible por los profesionales de la salud animal

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Trabajar con animales a diario, verlos morir constantemente, enfrentarse a situaciones que podrían haber tenido otro final, intentar respetar a dueños que atrasan todo lo que pueden la visita a la consulta y luego critican con fuerza su trabajo, es algo habitual en las casi 7.000 clínicas y consultorios veterinarios que hay en nuestro país.
Es un trabajo que conlleva un nivel de estrés casi incapacitante para un sector que elige su profesión con el objetivo de salvar la vida a nuestras mascotas pero que en la realidad se encuentra con muchas trabas a la hora de tratar a los animales.

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Para los dueños no es fácil equilibrar la economía frente a tratamientos costosos, y en un porcentaje demasiado elevado se retrasa la visita al veterinario con la esperanza de que en unos días el perro evolucionará de forma favorable como por arte de magia.
Esos días de retraso en un tratamiento, lleva a los veterinarios a casi no poder hacer nada por el animal en muchas ocasiones, lo que provoca lo que en Psicología se denomina “fatiga por compasión”, una forma de estrés traumático que acaba minando la moral de cualquiera.
En LADRIDOS denunciamos este mes la dejadez de muchos dueños, con situaciones concretas y espeluznantes, como una señora que llegó llorando a una clínica con un perro que llevaba varios días enfermoso y cuando lo puso en la mesa para que lo trataran vieron que estaba muerto y hasta frío. La dueña, en lugar de reconocer que tardó en llevarlo se puso a gritar que se lo habían matado. ¿Qué cabeza de profesional es capaz de soportar esto con asiduidad?
Otro tema son los veterinarios “peseteros”, que también los hay, que se lían con consultas o pruebas innecesarias para hacer caja.

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Veterinaria: una profesión envuelta en estrés

 

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