Los perros militares toman decisiones, utilizan la intuición y piensan
En un simposio sobre entrenamiento de canes castrenses celebrado en EE UU se pusieron de manifiesto las capacidades de estos animales en búsqueda, seguimiento, detección y ataque muy por encima de otros instrumentos. La deficiencia: que no van sueltos. Con su capacidad de decidir más allá de algoritmos superan en efectividad a drones y equipos convencionales
Por Óscar REKALDE
El encuentro, desarrollado en el Centro de entrenamiento de preparación para el combate de Alpena en Michigan, demostró el valor que aportan los perros de trabajo militar durante las operaciones de combate a gran escala.
Estos animales “proporcionan a los soldados un espacio de seguridad durante las tareas de detección y limpieza”, señalan los analistas Alexander Spook y James Campbell, capitanes del ejército americano.
Durante el encuentro, demostraron las capacidades de los perros, que “son únicas en comparación con cualquier otro instrumento de guerra, a través de una amplia gama de eventos de entrenamiento basados en escenarios, como técnicas de búsqueda, seguimiento, detección y ataque”.
El principal valor de estos animales es que a diferencia de las máquinas, que “se mueven por algoritmos decididos por los humanos, toman decisiones, utilizan la intuición y piensan más allá del ámbito de la predicciones de otros métodos”.
Siglo XXI
A pesar de este gran valor de caninos castrense, el encuentro también puso de manifiesto que tanto adiestradores, como mandos o perros militares deben adaptarse a las operaciones que se desarrollan en el siglo XXI, lo que necesariamente requiere “experimentación, inversión y capacitación para que las unidades caninas ayuden a los soldados en su lucha contra un adversario similar en entornos desafiantes”.
Esta realidad lleva al Ejército a utilizar sus centros de entrenamiento “como lugares para la experimentación y la adaptación durante el cambio de la guerra centrada en la contrainsurgencia”.
Observando los conflictos actuales, las consecuencias para los perros militares no son muy halagüeñas. Por un lado la guerra abierta entre Israel y Hamás ha llevado a las tropas de Israel a emplear perros militares a gran escala por lo que su desgaste ha sido de varias decenas de perros por semana desde 2023, lo que ha llevado al país a una alta tasa de reemplazo que puede afectar al mercado mundial de estos perros.
EE UU prepara a pocos perros castrenses a nivel nacional y adquiere la mayor parte de sus canes de los mismos proveedores que Israel, China o Reino Unido.
Por su parte la guerra abierta por Rusia en Ucrania ha llevado a este país desde 2022 al uso de perros especializados en funciones de detección de artefactos explosivos sin detonar mientras mantienen una distancia de seguridad con un manipulador.
Estas situaciones lleva a comprender que los perros militares tienen que adaptarse a las situaciones actuales, por lo que el evento a nivel mundial celebrado en Míchigan ha destapado una de las grandes deficiencias de los perros militares americanos: su falta de preparación para trabajar sin correa, lo que “reduce la agilidad, la flexibilidad y la capacidad de los perros para preservar la vida humana”.
Los expertos recomiendan no usar la correa en los perros militares preparados para combate. Ya que al utilizarlos sin correa cuando se emplean en entornos como estructuras urbanas en ruinas, redes subterráneas y limpieza de trincheras, pueden identificar y neutralizar amenazas, informar al personal estadounidense y preservar la vida humana.
Sin correa
El curso de entrenamiento de perros de explosivos mejorado para ir sin correa, que se realizaba cada año en el Ejército norteamericano, dejó de financiarse en 2024, lo que, según las previsiones, “agotará su inventario de perros militares entrenados sin correa entre 2030 y 2032. El restablecimiento de un programa de entrenamiento sin correa y la adquisición de canes castrenses, la capacitación y la certificación para restaurar esta capacidad probablemente demorarían entre dos y tres años más”.
Como conclusiones del evento, los expertos indican que “tanto el Ejército de EE UU, como de otros países, deberían tener en cuenta estas experiencias recientes y aprovechar recursos como los centros de entrenamiento para perfeccionar los perros de combate sueltos que emplean los socios de Israel o Ucrania”. Otra enseñanza es que se deben reconsiderar los niveles de financiación para el programa, teniendo en cuenta los plazos necesarios para entrenar a los perros militares sin correa.
(Páginas 8 y 9)
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