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Hace 6.000 años los humanos
ya enterraban a los perros junto a ellos

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Los perros ya eran los mejores amigos del hombre en el neolitico, se enterraban junto a sus dueños y comían de su comida.En el neolítico medio, 4.200 años AC, los hombres comenzaron a tratar a los perros como sus mejores amigos, enterrándolos a su lado y alimentándolos con una dieta mixta de cereales y verduras muy similar a la suya, según un estudio conjunto de la Universidad Autonoma de Barcelona y la Universidad de Barcelona.

Por Carlos XESTAL

Coincidiendo con el establecimiento de la “Cultura de los sepulcros de fosa” (4200-3600 años antes de nuestra era), proveniente del sur de Europa, las comunidades neolíticas del nordeste de la península Ibérica iniciaron una actividad ceremonial relacionada con el sacrificio y entierro de perros. El elevado número de casos registrados en Cataluña indica que fue una práctica generalizada y evidencia la estrecha relación que existió entre los humanos y estos animales, a los que, además de enterrar a su lado, alimentaron con una dieta muy similar a la suya.
La investigación profundiza en la relación de los humanos con estos animales y se ha publicado en Journal of Archaeological Science: Reports.
En el trabajo se han estudiado los restos de 26 ejemplares de perros hallados en estructuras funerarias de cuatro yacimientos y necrópolis de la provincia de Barcelona, y se ha realizado el análisis isotópico de 18 de ellos, para establecer si la relación con sus probables propietarios comportaba otros aspectos, como el control de la dieta.


Los perros tenían entre un mes y seis años, con un predominio ejemplares de entre 12 y 18 meses, y eran de medidas homogéneas, entre los 40 y los 50 centímetros de altura en la cruz. Mayoritariamente fueron enterrados en tumbas circulares, junto con o entre los humanos.
“El hecho que los enterraran junto con o próximos a los humanos apunta a un depósito intencionado y a una relación directa con la muerte y el ritual funerario”, explica Silvia Albizuri, investigadora del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP) de la UB y primera autora del artículo. “Esta hipótesis es consistente, además, con el hecho de encontrarse en una zona de influencia cultural que confiere un valor simbólico al perro en este periodo, como es el sur de Francia o el norte de Italia”.
El estudio isotópico de los restos y su comparación con los de los humanos y otros herbívoros de los yacimientos indica que la dieta de la mayoría de los ejemplares era mixta y muy parecida a la humana, con una elevada presencia de cereales, como el trigo, y verduras. En dos cachorros y dos adultos la alimentación fue predominantemente vegetariana y en pocos casos fue rica en proteína animal.
“Estos datos reflejan una convivencia muy próxima entre perros y humanos y, muy probablemente, la preparación específica de su alimentación, evidente en los casos de una dieta únicamente vegetal. Posiblemente lo harían para tener un mejor control de su rendimiento en las tareas de vigilancia y liberarlos del tiempo que tendrían que haber dedicado a obtener alimento. Esta gestión también explicaría la homogeneidad de la medida de los ejemplares”, indica Eulàlia Subirà, investigadora del Grupo de Investigación en Antropología Biológica (GREAB) de la UAB.


En la península Ibérica se han encontrado casos más antiguos de entierros individuales aislados, pero solo se han documentado como una práctica generalizada relacionada con el ritual funerario con posterioridad. Este ritual se extendió y alargó durante centenares de años, hasta la Edad de Hierro.
En cuanto a su alimentación, los estudios también son escasos, con algunos casos de dietas mixtas identificados en Francia, Anatolia y China. “Recientemente se ha visto que los perros tienen diez genes con una función clave para la digestión de almidón y grasa, que haría la asimilación de carbohidratos más eficiente que la de su ancestro, el lobo. Nuestro estudio ayuda a concluir que durante el neolítico se incluyeron varios vegetales en su alimentación”, señala Eulàlia Subirà.
La investigación también permite reforzar la idea de que los canes jugaron un papel muy importante en la economía de las poblaciones neolíticas, guardando rebaños o vigilando los asentamientos. Quizás esta relación vital los convirtió en compañeros también en la muerte o como símbolos a los rituales funerarios, concluyen los investigadores en el artículo.

Columbario para las cenizas de los dos. 
En nuestro país no está permitido por ley enterrar a los perros fuera de ciertos lugares autorizados, que todavía hay en pocas ciudades. Cuando se muere nuestra mascota hay tres posibilidades: una incineración colectiva, una individual o un entierro en un cementerio de mascotas.
Lo primero es dar cuenta al veterinario, para que certifique la muerte del perro. Él se encargará de avisar a los servicios municipales, que se llevarán al animal, lo incinerarán y echarán las cenizas en un vertedero. Esta opción es la más barata, incluso en algunos ayuntamientos es gratuita.
Si queremos guardar las cenizas de nuestra amigo de cuatro patas podemos optar a una incineración individual que ya realizan diferentes empresas repartidas por la geografía española. En este caso hay diferentes tipos de urnas y muchos servicios funerarios alrededor que ofrecen estas empresas. En algunas de ellas ya cuentan con un columbario donde se puede depositar tanto la urna con las cenizas del perro como otra con las cenizas del propietario para que éstos descansen juntos el resto de los tiempos. Por el momento, esta es la única posibilidad de morar juntos tras la muerte de ambos.

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