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¿Cuánto puede saltar mi gato?

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Tu gato puede saltar más de lo que te imaginas, a lo alto o a lo largo y encaramarse en tu casa en lugares insospechados. Es bueno que se entrene y mantenga en forma. Una fisionomía privilegiada, músculos como resortes, esqueleto anatómico privilegiado, así es la morfología para saltar más que nadie

Por A.N.

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Los gatos son los animales domésticos más conocidos por tener “siete vidas”, leyenda que proviene de su capacidad para caer de pie desde las alturas. Evidentemente no tienen siete vidas, pero sí una musculatura portentosa en sus patas traseras que le hacen ser un perfecto atleta de salto, tanto de altura como de longitud.
A lo alto
Parece increíble que desde el suelo, con una simple carrerilla, un gato pueda subirse a lo alto de un frigorífico de casi dos metros de altura, pero lo consigue. Y no solo usan sus patas traseras, en realidad son todos los músculos los que actúan a la vez para llevar a cabo este salto. Son tremendamente ágiles para subir a los árboles, puesto que el origen de nuestros gatos domésticos está en otros antepasados de África que vivían en las alturas, donde se refugiaban de sus depredadores y donde llevaban sus presas para comer con tranquilidad.
Por este motivo son capaces de aprovechar todos los objetos que hay a su alcance para desde ellos ir ganando altura, ayudado por sus largas y fuertes patas traseras, que actúan como si fuesen muelles, y que además están algo inclinadas para amortiguar las caídas de sus saltos. Con estas condiciones es capaz de conseguir hasta dos metros de altura en su salto.
A lo largo
Igual que un saltador de longitud usa una carrerilla para saltar, ayudándose de sus brazos y arqueando la columna vertebral, los gatos son capaces de hacer esto también, saltando hasta seis veces su tamaño.
Para ello, sus potentes patas traseras se coordinan a la perfección con las delanteras. Mientras las primeras se doblan e impulsan, las delanteras son las encargadas de estirarse hacia adelante. Su columna vertebral, formada por 30 vértebras, es la que hace que se pueda girar en el aire, y la cola, con otros 23 que hay en la cola y todos en conjunto son los encargados de mantener el equilibrio en el aire o realizar correcciones para aterrizar en el lugar deseado.
Así, son capaces de lograr un salto superior a los 2 metros (el récord en longitud está en 2,10 m).
Además, cuentan con unas ayudas extra: sus almohadillas y sus garras retráctiles. Las primeras tienen unas terminaciones nerviosas que informan al cerebro de la superficie y así mejorar el equilibrio en el salto, además de amortiguar la caída y así hacerla silenciosa para sorprender a sus víctimas. Y las garras, esas uñas temibles para los roedores o reptiles de los que se alimenta, son también una ayuda cuando se trata de agarrarse a otras superficies, cuando trepa por los árboles o por las cortinas de casa y también tras dar un salto y quedarse agarrado a una rama o a la parte superior de una puerta. Por eso pasan muchas horas afilándoselas, no solo para la caza, sino también para estos menesteres.
Entrenamiento en casa
Estos saltos son siempre relativos a gatos jóvenes y en perfecto estado. No podemos hablar lo mismo si se trata de gatos familiares que tras su esterilización y sedentarismo suelen ir engordando más de la cuenta. Como no salen de casa y se pasan el día en espacios reducidos sin realizar ejercicio sí que podemos facilitarles algunos utensilios para que se entrenen como en un gimnasio.
Como les gusta trepar, una rama larga o un listón de madera en un rincón les ayudará a afilar sus uñas y a ejercitarse en su actividad favorita: mirar el mundo desde arriba. También puede ser una cuerda gruesa, sujeta entre el techo y el suelo por la que subir a un estante colocado justo arriba, desde allí observará todo como si fuese el rey de la casa.
Como en el salón suele haber muebles y les sobra algo de altura hasta el techo podemos aprovechar ese espacio para que suba hasta él y se mueva por allí, facilitándole esa subida con unos peldaños situados a tres alturas. Seguro que nuestro gato sabe encontrar el camino de uno a otro para llegar arriba.

Y si tenemos una ventana que dé a la calle o al jardín lo suyo es colocarle una camita para que él salte y se ponga a ver el mundo tras el cristal. Ahí pasará hora y horas tanto de día como de noche.
No es cuestión de montarles un gimnasio, pero con un poco de ingenio y algo de ayuda por nuestra parte lo veremos correr y saltar de un lado a otro. Ahora bien, si queremos que suba a las alturas habrá que prevenir posibles riesgos, como quitar objetos que él pueda tirar con sus saltos o guardar en armarios y cajones los alimentos para que no se aproveche y nos deje sin la tripa de embutido.

(Páginas 34 y 35)

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