El dogo español entra con fuerza como raza en la RSCE
Esta raza, que goza de excelente salud y altísima fertilidad, se cría en Andalucía y países nórdicos, especialmente en Noruega
Recién constituido como grupo étnico, el Club Nacional del Dogo Español celebró en Sevilla su monográfica y su presentación a la sociedad, arropada tanto por la RSCE como por su sección de Andalucía Occidental. Hablamos de un perro de tamaño grande, atlético y criado para guarda y defensa
Por Miguel Pele/Fotos F.J. Gutiérrez
A la presentación en sociedad del dogo español, acto celebrado el 9 de septiembre, acudieron representantes de la comisión científica, un representante de la comisión de razas españolas y el vicepresidente de la RSCE, al igual que también representación de la canina de Andalucía Occidental, que “ha sido nuestro gran valedor dentro de este proceso de reconocimiento”, relata Fran Rincón, presidente del Club Nacional del Dogo Español (CNDE). Hubo exposición monográfica, registros iniciales en los libros genealógicos y pequeño homenaje de presentación del proyecto.
La recuperación de esta raza comenzó en la década de los 70, paralela a la del alano español. Se localiza un núcleo poblacional en la zona de las Encartaciones, entre Cantabria y el País Vasco y lo que se buscaba era el perro cinegético de la montería española. Entre los resquicios que quedaban había ejemplares que respondían más a lo conocido como “presa del país”, un perro más apto para la guarda, más cargado y polivalente. Para evitar que desapareciera una raza con este potencial genético e irrefutable, a mediados de la primera década de este siglo se comenzó a trabajar esta línea con aquella exigua población y a redireccionar los parámetros selectivos, potenciando tallas y pesos, la capacidad de guarda y defensa. En 2014 se crea el club y dos años después se comienza a admitir el registro del primer dogo español.
Posteriormente en junio de 2022 la RSCE dio entrada en sus libros como reconocimiento del dogo español y se acepta la raza como grupo étnico. Tras esto, la canina andaluza dio el visto bueno para la celebración el 9 de septiembre de la monográfica de presentación de la raza, acto que se aprovecha para realizar las primeras valoraciones y registrar los primeros ejemplares dentro de los libros genealógicos de dicha entidad.
En la actualidad, tras estas casi dos décadas de recuperación, hay registrados en los libros unos 250 ejemplares, de los que el 30% está en Noruega, país que se está tomando muy en serio la cría y la recuperación del proyecto. La entrada en el grupo étnico supone un primer paso para el reconocimiento de la raza, es un período de consolidación del boom genético que hay y no se plantea dar el siguiente paso hasta que no haya como mínimo cinco generaciones controladas en un libro oficial. Sobre este aspecto, “hemos avanzado mucho, porque desde 2017 ya tenemos una tasa importante de ejemplares con dos o tres generaciones inscritas de manera oficial en un libro, por lo que calculamos un lustro o poco más para llegar a este objetivo”, concreta Rincón.
Existen en torno a 15 afijos de criadores ya consolidados y con una trayectoria importante, muchos de ellos cansados y desengañados de las razas más reconocidas, con falta de salubridad, de capacidad de trabajo y se han volcado en el dogo español, en el que han encontrado esa nueva ilusión. La mayor parte de la población de esta raza, salvo los que se encuentran en los países nórdicos, se focaliza en Andalucía.
Este dogo español ofrece una primera impresión de impacto en cuanto a capacidad, con un físico imponente, sin ningún defecto, seleccionado por y para el trabajo desde el punto de vista morfológico, lo que le hace ser un auténtico atleta. En su estándar, “aparece su índice de masa corporal, un dato que no tiene precedentes en otros estándares anteriores, aspecto que garantiza una determinada capacidad física, especialmente para labores de potencia en corto recorrido”. No es un perro para estar trabajando cuatro o cinco horas en el monte, es muy apto para la guarda y defensa, serio, pero pese a ello muy fácil para el manejo, lo que garantiza una mayor fiabilidad y que acepta perfectamente la jerarquía en una familia, siempre con las precauciones lógicas con un animal de estas características. Porque hablamos de una raza cuyos machos se mueven en torno a los 55 kg, lo que da una idea de su imponente presencia física.
Con estas capacidades, en la actualidad 4 ejemplares están adscritos a unidades de la OTAN, de los que hay poca información y seguimiento, pero sí que se dedican a guarda de instalaciones militares.
Como club siguen realizando dos o tres monográficas anuales y a partir de ahora con el reconocimiento de la canina va a haber mayor presencia en exposiciones y eventos caninos. A nivel de deporte solo en cuanto a adiestramiento, pero todavía no entra en otras actividades. Sí que participa en actividades cinegéticas de caza mayor, donde se le conoce como el “seguro del montero”, perro que va cerca del montero e interviene solo cuando hay un lance que puede poner en peligro a su dueño.
Paradójicamente, su longevidad no va ligada a su tamaño, pues mantiene esa rusticidad primitiva, necesitan cuidados mínimos, no se les ha detectado ninguna patología congénita reseñable y fruto de ello es su altísima fertilidad, pues se logran de forma habitual camadas entre los 10 y 15 cachorros, con gran porcentaje de supervivencia. “Y si nos vamos al siglo XIX y miramos en las hemerotecas se pueden encontrar más de cien referencias a este ‘presa español’, pero se optó por dogo para evitar las connotaciones agresivas que tiene la palabra presa asociada a los perros”, finaliza orgulloso Rincón.
Los datos
250 ejemplares registrados en los libros
10-15 cachorros por camada indican su excelentre fertilidad, el 30% en Noruega
55 kg es el peso medio de los machos de esta raza
2014 año de la creación del Club Nacional del Dogo Español
(Páginas 16 y 17)
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