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El trabajo como felicidad

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Desde hace unos años estamos viendo cómo cambia el signicado de la palabra animalista. Hace unos años yo misma hubiera dicho que era animalista, ahora ya no sé cómo definirme. Hasta hace poco una persona animalista era aquella que se preocupaba de forma coherente por el bienestar de los animales, yo misma soy una gran amante de los animales y sobretodo de los perros, y sobre todo en estos últimos he visto como la palabra animalista ha ido degenerando, por personas que sin más conocimiento del mundo canino que el hecho de ser, o ni eso, propietarios/as de un perro, a un término que hoy en día creo que simplemente significa estar en contra de todo, no veo coherencia alguna en sus discursos ni en sus objetivos, sino mas bien veo contradicciones.

Por Nuria SORRIBES ROMA, técnica en intervención asistida con animales / Fundadora de F.U.D. Therapy

Veamos pues una de las que menos comprendo, y es que según un animalista el perro no debe trabajar ni ser educado ni hacer deporte alguno, sino debe ser libre para hacer lo que quiera. No lo comprendo pues, ¿el perro libre que nadie le dice nada no es aquel qué ha sido abandonado? ¿Y no está toda la sociedad luchando contra el abandono? Es una gran contradicción en un discurso muy ambiguo, pues para vivir en sociedad todos necesitamos normas y reglas y el perro, como nuestro mejor amigo, también debe conocerlas y entenderlas, ¿no es esa la base de una buena amistad y relación?

Aún así, no creo que eso sea lo peor. A lo largo de los años he visto y aprendido muchas metodologías de trabajo, muchos sistemas y muchas formas de educar y/o entrenar a nuestros amigos caninos. He de decir que, con respeto a todas, muchas se parecen bastante, sólo cambian algunos tecnicismos. Pero dejando eso aparte, pues daría para otro artículo: todas ellas coinciden en algo, el perro debe pensar, debe aprender cosas, pues es el mejor remedio contra el estrés y la mejor medicina para la felicidad y el bienestar del perro.

Al cabo de los años, y de trabajar también con mis perros, he llegado a una conclusión muy simple: cada perro tiene una forma de aprender, un sistema que le va mejor, y una forma de entender los conceptos. Y nunca es el cien por cien un sis- tema u otro sino un compendio de recursos que se aplican de forma o en momento distinto para cada uno de ellos.

Pero todos tienen algo en común, lograr que se desarrolle la mente de nuestro amigo canino de la mejor manera posible, haciendo que éste aprenda de forma feliz y, cómo no, combatir el aburrimiento y la ansiedad que el animal puede llegar a sentir si se siente inútil tum- bado todo el día en el sofá sin ma- yor meta que la de comerse un pla- to de pienso al día o, el día que el dueño está inspirado, recibir como mucho una triste felicitación o que le tire una pelota.

La incongruencia está en que teóricamente el llamado animalista quiere tratar al perro como a un humano, y mi pregunta es ¿no entra en depresión el humano cuando pierde sus objetivos en la vida? ¿Una de las causas de la depresión no es creer que no le haces falta a nadie? Y entonces, si tanto queremos a nuestros perros ¿por qué deseamos estos sentimientos para ellos? ¿Acaso no nos sentimos realizados después de un trabajo bien hecho?

Gracias a estas preguntas hace tiempo comprendí por qué, aunque con metodologías o sistemas diferentes, había tantas personas con amor por el trabajo con los perros o por los deportes caninos, pues no solo se sienten orgullosos de los logros conseguidos sino que puedes ver en el perro esa misma satisfac- ción de un trabajo bien hecho, pues aunque a veces suponga esfuerzo, la satisfacción es mayor.

Así que no sé cómo me denominaré a partir de ahora, pero lo que sí sé es que siempre les daré a mis perros un objetivo en la vida para ser felices.

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