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Los perros pueden luchar contra la extinción de hongos

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Por primera vez a nivel mundial se ha demostrado la eficacia de perros ecodetectores entrenados en la protección de hongos en peligro de extinción: es más rápido, tiene menos falsos negativos y supera con creces al topógrafo humano. Un estudio en Australia aporta la primera prueba de que estos perros pueden trabajar por la conservación de sistemas fúngicos en peligro

Por Óscar REKALDE

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La conservación de plantas y animales se ha beneficiado de la asistencia de perros detectores de vida silvestre (WDD) desde 1890, pero no se había probado su aplicación a la conservación de hongos.
Un equipo del Jardín Botánico de Melbourne, Australia, en colaboración con la Universidad de Monash, del mismo país, se pusieron manos a la obra y decidieron comprobar si perros entrenados específicamente podrían detectar un hongo en peligro crítico de extinción.
Su trabajo se centró en un hongo australiano, Hypocreopsis amplectens (TTF), uno de los más raros del país, que en la actualidad figura como en peligro crítico en la Lista Roja de la UICN.
Su objetivo fue evaluar la efectividad de un perro eco detector para la detección in situ de especímenes de TTF en un hábitat natural y comparar su desempeño con el de un topógrafo humano.
Para ello trasplantaron un número conocido de especímenes de TTF en parcelas de tres sitios y compararon las tasas de detección, el tiempo necesario para detectar por primera vez un espécimen trasplantado, los falsos positivos y la probabilidad de determinar incorrectamente la ausencia de TTF en una parcela. donde se había trasplantado (es decir, tasas de falsos negativos).

Nueve meses
Por otra parte los perros fueron entrenados por un periodo de nueve meses sobre el olor de TTF, un hongo con una distribución extremadamente limitada, gravemente afectado por la pérdida y fragmentación de su hábitat y cuya detección visual es extremadamente difícil ya que ocurre en bajas densidades dentro de una vegetación compleja: los cuerpos de esporas individuales son pequeños, marrones de color similar a la madera subyacente, y sin peciolo.
Tras este trabajo, los perros salieron en busca de los hongos, así como también los topógrafos humanos. Los resultados no dejaron lugar a dudas, según señalan los investigadores en su trabajo publicado en mayo en la prestigiosa revista iSciencie.
“Nuestro equipo WDD detectó una mayor proporción de trasplantes que nuestro encuestador humano; tuvo un tiempo más rápido para la primera detección; el equipo humano demostró una mayor probabilidad de no detectar TTF cuando realmente sí había hongo trasplantado; los falsos positivos de los perros no estuvieron asociados con la abundancia de material TTF y los perros obtuvieron similares resultados en la búsqueda tanto ante especímenes vivos como restos.
Según señalan en el estudio, “Los hongos son un componente vital del ciclo de los nutrientes, forman asociaciones clave para mejorar la productividad y la resiliencia de las plantas y proporcionan alimentos y compuestos medicinales. Por lo tanto, la conservación de los hongos es vital para el bienestar humano y la salud de nuestro planeta”.
Sin embargo, este reino está muy poco estudiado, con sólo el 5% de los 2 a 4 millones de especies estimadas descritas. De estas especies, sólo 597 han tenido su estado de conservación documentado en la Lista Roja de la UICN, casi la mitad de las cuales (48%) están clasificados como vulnerables, en peligro o en peligro crítico. Por ello, los investigadores australianos indican que la ”conservación de los hongos está claramente en su infancia y, dado su valor ecológico y económico, es urgente encontrar nuevas formas de mejorar la conservación de los hongos”.
Como resumen, indican que su “equipo de adiestradores de perros superó al supervisor humano, con mayores tasas de detección, tiempos más rápidos para la primera detección y menos posibilidades de no detectar nuestra especie objetivo cuando estaba presente (es decir, falsos negativos)”.
Por ello concluyen que sus hallazgos son “extremadamente alentadores y sugieren que los WDD son muy prometedores para ayudar a la conservación y el manejo de otras especies de hongos”.
De los perros utilizados en este experimento, una perrita de agua, Daisy fue la que se llevó la palma en éxitos. “Demostró una clara capacidad para diferenciar entre TTF y su huésped a lo largo de su entrenamiento y nuestro experimento, detectando un olor exclusivo de los cuerpos de esporas de TTF, mientras ignoraba el olor del tejido fúngico del huésped. Esta capacidad de discriminar entre TTF y el hongo huésped se evidencia aún más en la baja tasa de falsos positivos de Daisy, a pesar de que el tejido del hongo huésped fue abundante en todas las parcelas de búsqueda experimental”, matizan.

 

 

Económico y rentable
Para los investigadores una vez que los perros diferencian estos olores, luego mantenerlos es fácil. “Un año después de nuestro experimento, Daisy detectó con éxito varios especímenes nuevos de TTF durante estudios en sitios nuevos y visitados previamente. Esto siguió a una capacitación mínima de mantenimiento fuera de temporada sobre el olor objetivo específico (5 x 3 sesiones de 30 minutos), lo que sugiere que los costos de capacitación continua serían mínimos cuando se trabaja con un equipo de perros detectores establecido”, lo que demuestra que “trabajar con estos canes puede ser una forma rentable de mejorar la detección de hongos y así mejorar su conservación”.

Los datos
100  especímenes solo conocidos de este hongo en seis sitios recónditos del sureste de Australia

(Páginas 36 y 37)

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