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Adiestradores brillantes en prisión

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Una iniciativa de la comandante Alejandra Esteban, para ofrecer una alternativa laboral a los internos de la cárcel militar de Meco, ha descubierto mentes brillantes tras un curso de adiestramiento canino básico a 13 presos impartido por Bocalán. El objetivo: ayudarles a “dejar de percibirse como víctimas de la vida”, señala Esteban a LADRIDOS. Y lo consiguieron. Los internos hablan de “motivación, oportunidad, visión de futuro, mejora de las relaciones, conocimiento de sí mismo, efecto tranquilizador, sistema neuronal del perro, sentimiento de cariño, amor incondicional…”

Por Emer IGLESIAS

La llegada a la única prisión militar que existe en España está llena de medidas y protocolos de seguridad que hay que cumplir a raja tabla, pero fáciles de pasar gracias a la dedicación y amabilidad del coronel del centro penitenciario, Ángel Yagüe, que preparó todo al milímetro. Una barrera junto a una valla de más de dos metros con alambrada en su parte superior ya da imagen de la soledad que pueden soportar los internos que, por diferentes motivos, residen temporalmente en un edificio que, además de la rigidez penitenciaria, está envuelto en una estructura militar con escaso margen a la improvisación.

Nada que ver con la ficción. Tras los controles, el coronel y la comandante me reciben en el exterior, desaparece la frialdad de escáneres, alambradas o garitas y nos inunda la cercanía. Los dos muestran su satisfacción por tener la posibilidad de contar a nuestros lectores los beneficios y todo lo que ha aportado el curso de adiestramiento canino a los internos.

Según indica Alejandra Esteban, también psicóloga del centro, la idea surgió buscando una actividad que ofreciera una oportunidad laboral a los presos, ya que “cuando salen no forman parte de las Fuerzas Armadas por causar baja y se preocupan en muchos casos por no tener titulación universitaria”.

“Yo les explicaba una y otra vez que, antes de hacer algo, ellos tiene que ser, tienen que hacer las cosas desde el corazón”, matiza la comandante. Se puso manos a la obra y contactó con el director de Bocalán, Teo Mariscal, y todo fue rodado: “Los animales te enseñan habilidades sociales, no puedes perder tiempo con quejas o pataletas, hay que tener otros tipos de actitudes mentales, sino no funciona, tampoco pueden pasarse la vida sintiéndose víctimas, así no avanzan”, añade.

Con estas premisas, en la prisión militar organizaron los dos módulos de formación canina, pero siempre “de forma transversal, trabajamos con el animal, que es oro puro, pero sin descuidar la parte de terapia para enfatizar en las habilidades sociales” matiza Alejandra.

El curso de adiestramiento realizado por Bocalán no se diferencia en sí de los cursos que esta gran escuela realiza a diario, aunque con matizaciones. “Inicialmente es en un centro diferente con un montón de normativas, que implica el desplazamiento de los perros, un colectivo muy peculiar con el que había que trabajar de una manera un poco distinta, un trato muy cercano entendiendo las características de cada uno, con una atención mucho más rígida que con el curso normal, pero en definitiva no deja de ser un curso de formación”, señala a LADRIDOS el director de Bocalán e instructor del curso, Teo Mariscal.

Con la sorpresa de que el curso planteado a caballo entre formación y terapia descubrió mentes brillantes en el adiestramiento canino. “Había gente especialmente brillante, tuvimos un alumno que nunca vimos a nadie con esta capacidad en el mundo del perro, es un chico que se dedicaba a la informática y es un fuera de serie; en general el equipo muy bien, lo único con la dificultad que supone trabajar en una cárcel”.

Los treces internos para participar en esta actividad formativa fueron seleccionados por los mandos del centro en base a los objetivos: “Primero conseguir una preparación laboral para su futuro y segundo adquirir unas habilidades sociales”, indica Esteban. Tras la selección, “aparte de la parte laboral también trabajamos la parte terapéutica; había gente muy tensa, con problemas de relación, que le gustaba los perros pero que tenía problemas con el grupo; lo que hemos conseguido es que la mayoría ha participado, todos estaban muy motivados y muchos de ellos tienen intención de dedicarse a esto en el futuro”. Otra de las “consecuencias” de este curso es que los internos modificaban su conducta. “Para poder acceder al segundo nivel el interno tenía que tener el expediente limpio con lo cual les ha motivado mucho para tener un buen comportamiento dentro de la cárcel, condición sin ecuánime para participar”, matiza Mariscal.

El curso, de 400 horas, ha durado un año. Los instructores y los perros se desplazaban a la institución penitenciaria dos veces a la semana. En abril se les entregaron los diplomas a los internos, algunos de ellos ya en libertad y otros trasladados a una cárcel civil.


Los internos: "Es lo mejor que hice aquí"

Los ojos del interno A (hay que preservar la confidencialidad) abandonan su mirada perdida y brillan como una estrella en el firmamento al hablar del curso de adiestramiento realizado en la prisión. “Fue una motivación impresionante estando privado de libertad, la formación fue muy buena, también como terapia constructiva como persona. Es lo mejor que hice estando aquí dentro”, me indica en la media hora que pasamos juntos en el despacho de la psicóloga. “En cuanto salga quiero hacer el tercer módulo”, matiza. “Yo amo a los perros y descubrí una posible salida gracias a Bocalán”. Su caballo de batalla fue Priscila, una cachorra de labrador de color chocolate que a veces era díficil de enseñar. “La veía como crecía cada vez que venía”. Su preferido, After, “cuando venía me reconocía, notaba cómo me quería, ha sido lo que más me ha tranquilizado estando aquí, más que la medicación, eran como un salvavidas, y los intructores que nos dieron el curso son excelentes formadores y excelentes personas”.

El interno B se introduce en la entrevista observando la situación. Su mente brillante le hace percatarse de todo el escenario antes de soltar una palabra. Un saludo cariñoso rompe el hielo y no tarda en manifestar su satisfacción por la oportunidad brindada por el centro penitenciario: “Yo vine al curso recomendado por el establecimiento y ha sido muy positivo, tanto por abrir una perspectiva laboral como para mí mismo. Tenía mucho miedo a hablar en público, pero es que no conocía. Trato con los perros siempre he tenido, pero ahora ha sido diferente”, relata con satisfacción. “Ahora sé más de su comportamiento, de su sistema neuronal y me divertí mucho, sobre todo, con un cachorro de labrador, Murfi, que al tener pocos meses había que enseñarle todo, los demás ya venían con más obediencia y adiestramiento”. Este interno sigue con el halo de esta acertada actividad y no para de leer libros sobre formación canina, “es una posible salida laboral para cuando sea libre”.

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