Ellos también buscaron a Gabriel
En el dispositivo participó un gran número de perros, sobre todo de la Guardia Civil. Pero también trabajaron de unidades caninas más pequeñas, como las de Olula del Río o Jumilla. Atila y Draco son sólo dos de los perros las unidades caninas de Jumilla y Olula del Río que viajaron hace ahora un año hasta Níjar para participar en la búsqueda del niño desaparecido. Especialistas en venteo y localización de personas vivas, la labor les dejó agotados. “Cuando nosotros hacíamos diez kilómetros ellos recorrían el triple”, aseguran sus guías orgullosos de la gran labor que desempeñaron.
Por P. ALAMEDA
En la nariz de los canes está muchas veces la resolución a casos de desaparición en los que, a priori, apenas hay pistas. Este febrero se cumple un año de la búsqueda que finalizó con el peor de los desenlaces. La de Gabriel: un operativo de rastreo que, durante trece días, integraron 60 colectivos y entidades a los que se sumaron numerosos vecinos. Entre ellos, y a las órdenes del mando de la Guardia Civil encargado del dispositivo, estuvieron los perros de las unidades caninas de Olula del Río y de la Policía Local de Jumilla.
Apenas doce horas después de que la familia diera aviso de la desaparición del menor los perros ya estaban en Níjar trabajando. La búsqueda con los canes, explican los voluntarios, arrancó desde la casa de la abuela en la localidad almeriense, el último sitio en el que pudieron ver con vida al niño. Los centenares de personas que acudieron a la llamada de ayuda de la familia y de los efectivos de seguridad no ayudaron, sin embargo, al trabajo de los animales: “Cuando llegamos la zona estaba muy contaminada, había mucha gente y el olor de Gabriel ya había desaparecido”, explica María Dolores Rubio, encargada de la Unidad Canina de Olula del Río. Los voluntarios de la localidad, de la misma provincia pero separados de Níjar por cien kilómetros, acudieron a la llamada del 112 y Protección Civil de Almería con tres guías y cuatro perros de venteo y rescate. Las condiciones climatológicas adversas que siguieron a la desaparición del niño tampoco colaboraron con el trabajo de las unidades caninas: “Los primeros días se barrió toda la zona, pero se estropeaba el trabajo de los perros porque había demasiada gente”, así explica la guía de Olula cómo los canes marcaban una zona una y otra vez sin obtener resultados. “Hubo mucho viento y agua, los perros acababan marcando zonas porque encontraban muchas partículas de la cantidad de gente que había allí”, asegura para añadir que, a pesar de las dificultades, “fue muy bonito ver cómo toda la gente se volcó”.
Durante una jornada también estuvo en Las Hortichuelas Atila, única integrante de la Unidad Canina de Jumilla especializada en la búsqueda y rescate de personas (el resto están adiestrados para localizar estupefacientes). A punto de cumplir nueve años la labrador viajó hasta Almería aún convaleciente de la segunda operación de rodilla en sus patas junto a José David Martínez, el cabo encargado de la unidad, Juan, su guía, y más compañeros voluntarios hasta completar la decena. “Fue muy difícil, apenas había zonas en las que no hubiera rastros de personas”, explica Martínez que practicó varias pruebas de verificación con la perra en Almería que ésta resolvió correctamente.
Cada noche los voluntarios se marchaban a casa con un “no lo dejamos” que, impotentes, les volvía a animar para levantarse y comenzar una nueva jornada. Cada día recorrían entre 15 y 20 kilómetros rellenando las cuadrículas en las que el terreno se dividió para organizar la búsqueda. Eso ellos, los guías, porque en una búsqueda cuando un humano recorre 15 kilómetros, los perros hacen el triple de distancia. Es por esto por lo que, explica María Dolores, durante dos semanas su perro Draco tuvo que someterse a pinchazos para recuperar su musculatura. Con Atila sucedió lo mismo: “Después de la búsqueda estuvo tres días sin moverse. Los perros hacen batidas por delante de nosotros, van y vuelven constantemente. Atila va venteando en abanico hasta que llega al foco oloroso y, no solo estuvo toda la jornada desde las seis y media de la mañana hasta las siete de la tarde, sino que se recuperó totalmente de la lesión porque la búsqueda le ayudó a recuperar musculatura tras la operación”, asegura el cabo de Jumilla.
“Acabaron agotados”, añaden los de Olula ante la frustración de no encontrar una pista. Para los de Jumilla fue peor. Estaba previsto que volvieran a Níjar pasados unos días: “La implicación emocional fue muy grande, nos fuimos abatidos porque el resultado de la búsqueda no fue positivo y no nos dio tiempo a volver porque, desgraciadamente, el niño como sabemos, apareció muerto”
Tras el rastro vivo o muerto
La búsqueda de Gabriel no sólo apeló a la solidaridad, sino que también puso de relevancia la importancia de tener perros especialistas en localización de restos cadavéricos en las unidades caninas. Así le sucedió a la coordinadora de la de Olula del Río. A raíz del caso del niño de Almería esta unidad está adiestrando a Bultaco y Payo, dos perros más para su equipo que estarán especializados en la localización de personas fallecidas. “Siempre había sido contraria, pero lo cierto es que son necesarios”, señala su guía, María Dolores Rubio.