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Los burros tienen su paraíso

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Allá por los 90 Dilfredo Romero decidió cumplir su sueño de hacer un homenaje a esos burros que le rodearon en su infancia y que veía trabajar y trabajar, recibir palos y más trabajar, sin que apenas hubiese respeto hacia ellos. Pensó en montar un refugio con un par de “estos burritos” y reconocerles sus años de servicio al hombre. Hoy hay medio centenar y en aumento 

Por Carlos XESTAL  

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Burrolandia, así se llama este refugio, comenzó en una finca de los padres de Dilfredo que era “un prado, no había ni árboles ni nada”. El fundador de este paraíso para los burros, donde hay más de un centenar de animales de diferentes especies como cabras, aves, ovejas, vacas e incluso hasta un ciervo, fue de rincón en rincón rebuscando materiales para construir un pequeño cobertizo. “Las vigas las conseguí del Teatro de la Ópera de Madrid. Cuando cambiaron el tejado en los 90 me fui al arquitecto, le conté que estaba haciendo un refugio y se las pedí. Fuimos con una furgoneta vieja y las cargamos, llegamos aquí haciendo eses, eran enormes”.


Tras muchas horas de trabajo Romero comenzó su sueño: “Yo pensaba: estos animales que tanto han hecho por el hombre y tan poco hemos hechos por ellos les voy a dar un pequeño homenaje. Mi idea era tener uno o dos burritos como símbolo”.
Dicho y hecho. “Empecé con un burrito, luego con dos, con tres. Ahora tenemos 48 burros de muchos sitios”. Le suele llamar el Seprona o las policías locales de cualquier sitio donde hay un burro sin identificar vagando, generalmente en mal estado y mayor. “Los recogemos con un remolque especial, no tienen chip ni nada”.
Los équidos no son adoptables, pero sí se pueden apadrinar. “La salida de estos burros es vivir aquí, la mayoría suele ser mayor. Se da el caso de alguna burrita que llega preñada y que pare aquí, pero son los menos. Aquí terminan sus días, no son apenas adoptables”.
Un burro puede llegar a vivir unos treinta años y según Dilfredo, su coste mensual ronda los 30 euros, sin contar los tratamientos veterinarios. “Lo que más me dispara aquí es el coste veterinario. Cada vez que viene la veterinaria son 150 euros como poco. Tienen que tener chip, cartilla sanitaria y cada cuatro meses desparasitarlos. Si no hay problema veterinario no vamos mal, unos 30 euros al mes,”.
Una fuente de financiación de burrolandia, que no cuenta con ningún tipo de ayuda, son los domingos de puertas abiertas, visitas gratuitas donde las familias pasan un día con los animales, les compran comida y y se toman algo en el bar. “Hacemos esta actividad para sobrevivir, no tenemos ningún tipo de subvención, con la comida que hacemos y la bebida, aguantamos”.
Otra actividad son visitas de colegios, donde los pequeños se familiarizan con estos asnos y aprenden tenencia responsable.

“Team building”
En Burrolandia también se hace “team building”, una actividad de las empresas que consiste en pasar un día de convivencia. “Pasan el día trabajando con nosotros y colaboran económicamente. Se relajan y conviven mucho. Vienen de todos los sitios, empresas muy importantes. Montamos un catering y pasamos el día todos juntos, jefes, no jefes, directores, no directores, a pie del cañón, limpiando cuadras y todo. La experiencia que sacan es muy buena. Es muy grato el que un director general de una empresa esté al lado del conserje que ni conoce, ni le habla nunca, ni saben cómo se llaman y aquí comparten la jornada de trabajo.


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