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Un galgo en el internado

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Los perros residenciales son mascotas que conviven con los internos que habitan en algún centro asistencial. La Fundación Purísima Concepción de Granada, donde hay 48 personas con diversidad funcional, se planteó tener una mascota porque los residentes así se lo demandaban y surgió su proyecto que ya funcionaba en otro de sus centros hermanos, el de Palencia. Desde allí les enviaron dos galgos, Saeta y Beni. El objetivo, que las personas con diversidad funcional en el centro que hay en la ciudad de La Alhambra se beneficien tanto de la convivencia diaria con mascotas como de las sesiones puntuales de terapia asistida por animales que realizan con un terapeuta-adiestrador.

Por Miguel PELE

El coordinador del área residencial de la Fundación Purísima Concepción de Granada, Ildefonso, cuenta a LADRIDOS cómo han apostado por un proyecto de perro residencial para los 48 internos del centro. “Trajimos dos galgos, Saeta y Beni, que vinieron de Palencia donde existía ya un proyecto de perros residenciales. Beni enfermó y nos quedamos sólo con Saeta, y llamamos a Nicolás, el terapeuta y adiestrador, que trajo a uno de sus perros para que le hiciese compañía y así ayudarle a ser de nuevo un perro de residencia”.

Desde que llegó, Saeta vive las 24 horas del día en el centro, como una mascota, siendo uno más de la familia. Según Ildefonso, “los chicos se encargan de pasearlo, de darle la comida, de jugar con él, y si hace mal tiempo, Saeta comparte el sofá con ellos. Incluso duerme en sus habitaciones”. En el centro va con su correa, pero cuando llega la tarde lo sacan a las enormes instalaciones y le dan rienda suelta para que corra libre y juegue con ellos.

Eligieron un galgo por su tamaño, porque es más fácil que todos puedan acariciarlo, tanto si están de pie como desde una silla de ruedas. Sin embargo, tras la pérdida de Beni, están buscando otro perrito más, este de tamaño mediano, que sea más fácil de coger en brazos o subirlo al regazo. A través del terapeuta y en contacto con varias protectoras, adoptarán uno que se adapte a estas nuevas necesidades que no puede cubrir Saeta, que no deja de ser un perro “grande” y puede suscitar miedos a algunos residentes. Por ello, deberá ser una mascota con unas características especiales (de unos dos años, tamaño mediano, juguetón, que se deje coger, color claro) puesto que hará terapia con personas con diversidad funcional. Su preparación será en la propia residencia con Nicolás, el terapeuta, que llevará a cabo toda la adaptación para su futura incorporación a las diferentes terapias para las que se le busca.

Tras la pérdida de Beni, no se plantearon en ningún momento abandonar el proyecto aunque en su proceso de curación se gastase en seis meses el presupuesto de dos años. Beni venía con dos bultos en la cabeza y el cuello, que derivaron en cáncer. Tras pruebas, biopsias y tratamientos no quedó más opción que dormirlo.

El proyecto siguió al comprobar que hay personas que creen en él, “como Ascensión, la psicóloga, y Sandra, la cuidadora, con su especial dedicación e implicación en el día a día de las mascotas, encargadas de llevarlos al veterinario e incluso a sus propias casas cuando estaban enfermos”. Y siempre miran al futuro, en positivo, pues adoptarán una nueva, que complemente el trabajo que inició Saeta, pues los frutos que están recogiendo en estas fases iniciales son tan esperanzadores que, en palabras de Ildefonso a LADRIDOS, “vamos a sacar fondos de donde se pueda y más viendo los beneficios de socialización, autoestima, responsabilidad de los chicos en el cuidado de sus mascotas…”.

De todo esto se desprende que el proyecto es a largo plazo. Tras comenzar con dos perros y asumir la pérdida de uno de ellos, se embarcan en otra incorporación rescatando uno (con unas características que complemente a Saeta) de alguna protectora, con vistas a continuar el programa durante muchos años. Sobre todo, porque “contamos con la implicación de la Fundación, de los trabajadores del centro y del terapeuta canino, todos convencidos en los beneficios que aporta la terapia asistida con animales”.

En su web, después de explicar con detalle el proyecto, piden colaboración para financiarlo con donaciones, pues estos nuevos miembros de la familia requieren alimentación, cuidados veterinarios, tratamiento y adiestramiento. 

 

Lo primero: calidad de vida

Nicolás Montes estudió pedagogía y ejerce de terapeuta y adiestrador, aplicando lo aprendido al mundo animal. En sus palabras “es más fácil trabajar con animales que con personas”. Los perros se comunican mejor con el terapeuta, porque a las mascotas les falta cubrir sus necesidades y comunicarse mejor con sus propietarios.
“Saeta hace dos labores, perro de terapia en momentos puntuales para desarrollar el ámbito cognitivo, emocional o psíquico de los usuarios con los que se trabaja, y perro de residencia, como una mascota 24 horas al día.

Mi primera actuación con Saeta fue la de cubrir sus necesidades, pues debió adaptarse a unas instalaciones enormes y, sobre todo, superar la pérdida de su compañero Beni. Este estrés le hacía ladrar en exceso, morder el mobiliario y tener conductas que debían modificar.

Lo primero fue conseguir que tuviera buena calidad de vida. La residencia le ofrece unas amplísimas instalaciones, la psicóloga y la cuidadora llevan a cabo la parte veterinaria y tres usuarios del centro son los encargados principales para el cuidado de Saeta, con su alimentación, salidas, juguetes,… para entretenerlo. Y la incorporación de Río, un perro mío que tengo en acogida, ha logrado que se puedan quedar solos en el salón y no ladren.

Con Saeta se partió de enseñarle la obediencia básica (es un animal muy noble y sociable con las personas) y que sirve para realizar muchas actividades terapéuticas. Todos los jueves hay una reunión con todo el equipo, se habla de cómo ha ido la semana, se trabaja alguna conducta con el perro y posteriormente comienza una sesión con un usuario con espectro autista. Las sesiones han sido geniales, pues Saeta es tranquilo, superfiable, trabaja bien y a los usuarios les encanta.

Para complementar esta labor de Saeta estamos buscando otro para perro de residencia a través de diversas protectoras. Una vez lo encuentre, llevaré a cabo la labor de adaptación a su nuevo ambiente y cuando esté preparado, ver cómo responde como perro de terapia, para tres o cuatro sesiones de terapia semanal, en las que se vea que el perro disfruta de su trabajo, transmite y eso los usuarios lo perciben”.

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