Unidad canina de Daganzo,
grandes resultados por poca inversión
Es la una y media de la madrugada y las fiestas de San Antonio en Daganzo de Arriba (Madrid) congregan a numerosos efectivos de las Fuerzas de Seguridad. Media docena de vehículos de la Guardia Civil, policías locales de varios pueblos cercanos, unidades caninas, señales de parada, controles… Daganzo se convierte en un fuerte como los del Oeste, cercado por los cuatro costados. En medio está Hacha con Javier, pegando saltos y moviendo la cola de alegría porque le llega la hora de jugar, son la seguridad en las fiestas del municipio.
Por Emer IGLESIAS
“Estamos haciendo controles, sobre todo de armas y droga. Cada policía hace sus controles, aunque estemos juntos, por operativo no hacemos controles juntos”, indica Javier García Fernández, policía de Daganzo y responsable de la Unidad Canina del municipio desde su fundación hace poco más de un año.
Esta pastor alemán está preparada en detección de estupefacientes. “Tiene dos años y medio, desde el verano pasado está ya operativa, no ha hecho aún el año trabajando. Pero día que sale, día que coge algo. Aquí trabajamos el menudeo”, matiza.
La gente está divirtiéndose y bebiendo en la plaza donde un diyei ameniza la noche. Hacha está lejos de la música y del jaleo, pero “no deja” pasar a nadie si no van “limpios”. Cuando Javier le pide que inspeccione un coche, no duda en saltar y buscar. En su primera hora de trabajo ya encontró tres sustancias a tres personas diferentes. Ahora le toca descanso. Es el turno de otro perro de otro municipio, porque cuando hay aglomeración solicitan colaboración.
En su transportín en una furgoneta, deja atrás el operativo nada discreto que en una rotonda junto al cementerio han montado los efectivos de la Guardia Civil y marcha con su guía dirección a la plaza del pueblo. En una calle que lleva hacia la verbena, Hacha sale con energía y a buscar en los jóvenes que están de fiesta, con la esperanza de encontrar algo y recibir su mordedor. Cinco jóvenes, todos rozando los 18 años, son su objetivo. No tarda ni 20 segundos en detenerse con las patas levantadas y dobladas marcando la camiseta de una chica. La papelina es descubierta y Hacha recibe una efusiva felicitación y el mordedor de su guía. Es feliz y los chavales acaban todos acariciándola.
Esta pastor alemán de dos años y medio, formada en el centro Maliman, fue comprada en su día por el Ayuntamiento de Daganzo y cedida a Javier para que trabaje y viva con él.
“Yo necesito que haga un trabajo previo y luego jugará. El jefe me lo ofreció, yo hice un proyecto, se aprobó y comenzamos la Unidad Canina”, matiza el policía local.
Hacha posa para las fotos y vuelve a entrar en su transportín a descansar, ya jugó un buen rato. La efectividad de la Unidad Canina es incuestionable. “Las unidades caninas para la poca inversión que necesitan, apenas la manutención del perro y los seguros, porque yo cobro igual que mis compañeros, dan mucho resultado”, afirma Javier.
Mientras en la plaza sigue la fiesta ajena al trabajo de Hacha y sus compañeros perrunos de otros municipios. Tras un rato de música, en la carretera nos cruzamos nuevamente con la pastor alemán rastreando las cunetas. Son las cuatro de la mañana y salta y juega con energía. La fiesta no va con ella.
Cercedilla: acercar la Policía Local al ciudadano
La pequeña Elsa conforma el binomio canino con Adolfo Munilla en Cercedilla, y hoy, 15 de junio, se trasladaron a Daganzo para formar parte del operativo en la noche festiva. Su alto instinto de caza y su pequeño tamaño fue el detonante para elegirla cuando tenía cinco meses. Espera en su transportín en el interior de la furgoneta a que le toque el turno. A las dos de la mañana, Adolfo abre las puertas del vehículo y la pastor alemánse activa como si se hubiese tocado un interruptor. Quiere su mordedor para jugar y hará su rutina con extremo rigor para conseguirlo.
“En los municipios pequeños el guía se tiene que implicar mucho, porque hacemos lo mismo que el resto de compañeros y además tenemos el extra de trabajar con un perro, que es un ser vivo”, indica Munilla a LADRIDOS.
Se acerca un grupo de jóvenes que viene del bullicio del concierto, Elsa sabe que son su “presa”. Adolfo les pide permiso para hacer las fotos, mientras la “mali” ya está con su trufa a mil por hora. A la orden de su guía, la perra rodea a los chavales y se detiene con las patas dobladas sobre la espalda de una chica. El policía descubre una china de hachís en su mochila. Efusivas felicitaciones a Elsa y le espera su mordedor que recibe con constantes saltos y movimientos de su cola a velocidad de vértigo.
Ahora toca la parte didáctica, hablar a los jóvenes, aconsejarles no consumir. “Trabajar con un perro es una manera súper buena de acercar los policías locales al ciudadano”, indica el guía.
La fiesta sigue, la gente baila, come, bebe, pero ver a los perros les disuade de consumir. “La finalidad de las unidades caninas es disuadir, son sobre todo preventivas”, matiza. Trabajar en otros pueblos es bueno para Elsa, que ya es una figura en su municipio.